domingo, 28 de marzo de 2021

Homero Aridjis (Michoacán, México, 1940)

 

 

Ayer y hoy

 

Tu paso, como una sombra,
era difícil de seguir,
y al perderte en una esquina
sólo quedaba en mí, como en la calle,
un vago sentimiento de vacío.

Tu cimbreo, tu cintura
me estremecían
y el jardín parecía tener más rosas
y el verano calor,
pues en mis labios de niño aún no había
la palabra que define al amor.

La edad nos separaba,
como a dos cuerpos,
no de tamaños distintos,
sino de espacios diferentes.

Y mis manos asiéndote,
mis brazos abarcándote,
no podían asirte,
no podían alcanzar tu cuerpo, tu mirada.

 

 

Ella violenta y pública

 

Ella violenta y pública
en el peregrinaje lento de las horas
que resbalan coloreándose hacia el alba

ella
exterminada y recobrada
por batallones en su misma mano

faz que se dobla en el arco
haciéndose durar

plenitud quebranto inclinación
centro donde el esplendor se esparce
o se concentra con el instante a la deriva

con los fetiches
con los proscritos de las calles
con las mujeres que llaman con susurros

con los que esperan que lo oscuro amanezca
para que su techo sea un techo dorado

ella con lunas negras
pareja y cada uno de los oponentes
sobre el hallazgo y el trance

al fondo de su secreto brilla
alberga alas que la ascienden
ojos que develan sus brumas

la noche es su aurora
sacude en el pasmado al desertor
teje un manto de espanto en torno
de aquellos que niegan la justicia

 

 

(Fuente: Zenda libros)

 

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