Viví sobre
esta Tierra
esta Tierra
Campo de Bor, 15 de
septiembre 1944
Viví
sobre esta tierra en un tiempo en que el hombre cayó
tan bajo que mataba por placer, sin que nadie lo ordenara.
tan bajo que mataba por placer, sin que nadie lo ordenara.
Locas obsesiones tejían su vida, adoraba falsos dioses
sin ninguna ilusión, manadero de espuma era su boca.
Viví en esta tierra en una edad
en la que traicionar era un gesto honorable,
y eran héroes el traidor y los ladrones,
y quien guardaba silencio y no podía regocijarse
fue odiado como un hijo de la peste.
Yo viví en esta tierra en una época
en la que el hombre debía ocultar su voz
y morderse los puños con vergüenza;
borracha de sangre y escoria, enloqueció la nación
y sonreía ante su horrible destino.
Yo viví sobre esta tierra en una edad
en la que un hijo era la maldición de su madre
y una madre era feliz cuando abortaba,
y un vaso de denso veneno espumeaba en las mesas,
y los vivos envidiaban el silencio podrido de los muertos.
Viví sobre esta tierra, sí, en una época
en la que los poetas se acostumbraron a callar
y esperaban que Isaías, el sabio de terribles palabras,
cantara de nuevo, pues nadie sino él sabía entonar
la justa maldición, la maldición ardiente de los justos.
sin ninguna ilusión, manadero de espuma era su boca.
Viví en esta tierra en una edad
en la que traicionar era un gesto honorable,
y eran héroes el traidor y los ladrones,
y quien guardaba silencio y no podía regocijarse
fue odiado como un hijo de la peste.
Yo viví en esta tierra en una época
en la que el hombre debía ocultar su voz
y morderse los puños con vergüenza;
borracha de sangre y escoria, enloqueció la nación
y sonreía ante su horrible destino.
Yo viví sobre esta tierra en una edad
en la que un hijo era la maldición de su madre
y una madre era feliz cuando abortaba,
y un vaso de denso veneno espumeaba en las mesas,
y los vivos envidiaban el silencio podrido de los muertos.
Viví sobre esta tierra, sí, en una época
en la que los poetas se acostumbraron a callar
y esperaban que Isaías, el sabio de terribles palabras,
cantara de nuevo, pues nadie sino él sabía entonar
la justa maldición, la maldición ardiente de los justos.
(Fuente: Poesía de El Toro de Barro)
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