miércoles, 24 de marzo de 2021

Martín Loópez-Vega (Asturias, España, 1975)

 

 

Caffè Gotico



(Via della Stelletta)


Soy un animal propenso a la elegía. Debe existir
alguna taxonomía que me clasifique. He aquí
el mantra silencioso del Pantheon desde hace siglos,
he aquí las palmeras felices del Gianicolo,
he aquí el oro del otoño romano. Tengo en el cuerpo
aún la mirada de la mujer de ayer en el Caffè Gotico
como una invitación a intercambiar
las generalidades animales. El tiempo es una cuchilla
y rasga el aire del día, trae otra ciudad:
tú y yo en el mismo lugar. La elegía comienza.
Veníamos de la Via dei Portoghesi,
el corazón abierto sin anestesia.
Tantas cosas han cambiado desde entonces.
Se congeló el agua en las fuentes,
se descongeló y volvió a manar, sucia.
Ahora tengo todo cuanto deseo. Pero también
algo que no quiero y me persigue:
me tengo a mí, todo cuanto ya no tengo.
Sólo soy el que ya nunca seré.



Otra rosa




Lleva días sobre la mesa. Una amiga
me la regaló sin ningún motivo,
como llega y marcha la felicidad,
sin ninguna intención que pudiera
hacerla símbolo de nada.
Ahora que perdió el color
y quedaron rígidos sus pétalos
y tiene el olor de las cosas perdidas
ahora dice que no se van sólo
la felicidad o el amor,
que se van también los días vacíos,
que no hay salida en esconderse de la vida,
que el final es el mismo,
que lo que nunca empezó también termina.
Y la vida ¿ya acabó? ¿Es tarde para revivirla?

 

 

(Fuente: El poeta ocasional)


 

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