Marcha forzada
Está loco el que, habiéndose desplomado se
levanta y reanuda el paso,
y como dolor flotante mueve
tobillo y rodilla,
y retoma la marcha, como llevado
en alas,
y en vano lo llama la cuneta, no
se atreve a quedarse,
y si preguntas ¿por qué no? quizá
conteste aún
que una mujer le espera y una
muerte más sabia y más hermosa.
Pero está loco el infeliz, porque
allí sobre los hogares
hace tiempo ya que sólo el viento
abrasado remolina,
se ha vencido la pared de la casa,
el ciruelo se tronchó,
y el viento eriza el vello de la
noche vernácula.
Oh, si pudiera creerlo: que no sólo
llevo en mi corazón
todo lo que aún vale la pena y hay
un hogar al que volver;
¡si aún existiese! y como antaño
en el fresco y viejo porche
zumbase la pacífica abeja en
tanto se enfría la confitura de ciruela,
y el silencio de los fines de verano
tomase el sol en los jardines soñolientos,
entre el follaje los frutos
desnudos se meciesen,
y Fanny me esperase rubia ante el
seto bermejo,
y escribiese sombras lentamente la
lenta mañana,
–pero ¡sí, es posible todavía!
¡la luna hoy luce tan redonda!
No sigas andando, amigo,
¡repréndeme a gritos y me levantaré!
(Fuente: Poesía de El Toro de Barro)
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