lunes, 29 de marzo de 2021

Tomás Segovia (España / México, 1927 - 2010)

 

 

Y sin embargo, a veces, todavía…

 

Y sin embargo, a veces, todavía,

así de pronto, cuando te estoy viendo,

vuelvo a verte como antes, y me enciendo

del mismo modo inútil que solía.

 

Y me pongo a soñar en pleno día,

y reprocho al destino, corrigiendo,

como los locos, lo que fue; y no entiendo

cómo no pude nunca hacerte mía.

 

E imagino que anoche me colmaste

de placeres sin nombre, y que esa chispa

perversa y de ternura en tu mirada

 

prueba que lo otro es nada -que gozaste,

que a ti también este limbo te crispa,

¡que al fin te di el orgasmo!- y lo otro es nada.

 

***

 

Un momento estoy solo: tú allá abajo…

Un momento estoy solo: tú allá abajo

te ajetreas en torno de mi cosa,

delicada y voraz, dulce y fogosa,

embebida en tu trémulo trabajo.

 

Toda fervor y beso y agasajo

toda salivas suaves y jugosa

calentura carnal, abres la rosa

de los vientos de vértigo en que viajo.

 

Mas la brecha entre el goce y la demencia,

a medida que apuras la cadencia,

intolerablemente me disloca,

 

y al fin me rompe, y soy ya puro embate,

y un yo sin mí ya tuyo a ciegas late

gestándose la noche de tu boca.

 

***

 

Tu carne olía ricamente a otoño…

 

Tu carne olía ricamente a otoño,

a húmedas hojas muertas, a resinas,

a cítricos aceites y a glicinas

y a la etérea fragancia del madroño.

 

Hábil como una boca era tu coño.

Siempre había, después de tus felinas

agonías de gozo, en las divinas

frondas de tu deseo, otro retoño.

 

Te aflojabas de pronto, exangüe y yerta,

suicidada del éxtasis, baldía,

y casta y virginal como una muerta.

 

Y poco a poco, dulcemente, luego,

absuelto por la muerte renacía

tu amor salvaje y puro como el fuego.

 

***

 

 (Fuente: jamlet inculto)

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