El arca viajera de Bombay Palace
El arca viajera de Bombay Palace
Más que baúl chico es arca de madera.
Me cautiva el olor a sándalo. Paso, gozoso, los dedos sobre el tallado de la tapa con pagodas y gente de largas batas de seda y anchas mangas.
Pasaje de un lago al atardecer con lotos, remeros alrededor, bambúes, plantas colgantes o altas hierbas que crecen de árboles podados.
Mi fantasía reconoce al pájaro pihis del que habla Apollinaire. Sólo posee un ala y tiene que aparejarse para poder volar. (el viaje de luna de miel lo inventaron los pihis).
Después de una larga travesía, navegando por los espejos llegó el arca al dormitorio. Y en él guardo mis poemas, hasta que maduren como las frutas.
Balada de la última ofrenda
Balada de la última ofrenda
Me niego a que se pudran estas venas
por las que mis padres y otros míos
navegan viniendo desde tan lejos;
no quiero ese final para estos ojos
con los que miro y lloro;
para estos pies
que beben andando sobre la tierra
la sed de los caminos;
no se volverán carroña, merienda
de gusanos, este cerebro
ni este corazón cuando yazgan sin irrigación, inmóviles;
nacieron mis brazos para abrazar. Llegará el día
de abrasarse; incinerar lo que quede de este cuerpo;
no sabe hacer otra cosa que arder,
ese es su destino,
ese es el incienso que ofrendaré a los dioses.
(Fuente: Hugo Toscadaray)
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