sábado, 27 de marzo de 2021

Gustavo García Saraví (La Plata, 1920 - Buenos Aires, 1994)

 

 

Las mujeres que van a los bulines de los hombres
 

Las amantes irrumpen
alegremente
en los bulines de los hombres
entran como palomas, como brotes de muérdago
como espejuelos bailarines
sitian sus aposentos, sus balcones
sus pequeñas cocinas y entonces sí, la vida
comienza a ser, de veras
una jovialidad, un desahogo
una respiración
una ciruela que madura
detrás de las orejas.

Se instalan cerca
de las botellas
el tocadiscos
las ventanas, los libros tirados por el suelo
y empiezan a fumar
a reírse, a contarnos sus cosas más profundas
los divertidos cuentos
de los esposos
burlados, de los hijos
de los papeles
que hay que firmar para casarse en Méjico
de las modistas
del amor que nos tienen.

Luego se quitan un zapato
una incitante media, un rictus de temor
una pestaña y cuelgan suavemente
de la cama los aros, las pulseras
los peinetones, las hebillas
las ajorcas de niebla, los anillos
de compromiso
los cinturones
de castidad e inician
la ceremonia, los gemidos
las esperadas nupcias, la ascensión a los Alpes
los apagados
sonidos que provienen
de sus abejas interiores
de sus celdillas ácidas
y colmadas.
Después, el olfato, el oído
el poderoso tacto se pueblan de rumores
crecen mágicamente y los malvones
las perchas, los retratos
son otra cosa: un sueño, una sevicia
de nata y terciopelo, una serpiente
de nácar, amaestrada y hermosa, un veranillo
de San Juan, una
bandera.

Las amantes
cumplen su cometido, danzan alrededor
de los jarrones, del crepúsculo
del humo, vuelan
hasta tocar el techo
y finalmente salen, presurosas
en busca de los niños, de la madre
de una radionovela impostergable
hasta el próximo miércoles
hasta el lunes que viene
hasta el domingo bien temprano.
 
 

Fuente: Salón para familias, Gustavo García Saraví, Compañía Impresora Argentina, Buenos Aires, 1977.
 
 
 
(Fuente: Los poetas no van al cielo)

 

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