LA TUMBA DE MI ABUELA
Cuando mi abuela murió
pensé: "No puede morir de nuevo".
Todo en su vida
ocurrió una vez y para siempre:
su cama en nuestro tejado,
la batalla entre el bien y el mal en sus cuentos,
su ropa negra,
el luto por su hermana, a la que
"asesinaron los dolores de cabeza",
las cuentas del rosario y su murmullo,
"Perdona nuestros pecados",
su jarrón vacío de los tiempos otomanos,
su trenza, cada cabello una historia:
Primero fueron los sumerios,
sus sueños inscritos en tablas de arcilla.
Dibujaron palmeras, así que los dátiles maduraron antes que sus penas.
Dibujaron un ojo para ahuyentar el mal
de su ciudad.
Dibujaron círculos y rezaron por ellos:
una gota de agua
un sol
una luna
una rueda girando más rápido que la Tierra.
Suplicaron: "Oh, dioses, no muráis, no nos dejéis solos".
Sobre la torre de Babel,
luz es exilio,
borrosa,
sus códigos migajas de canciones
que a los pájaros les sobraban.
Más emperadores desnudos
pasaron por el Tigris
y más barcos...
El río lleno
de coronas
yelmos
libros
peces muertos
y cadáveres como azucenas flotando en el Éufrates.
Cada minuto un nuevo agujero en el casco del barco.
Las nubes descendieron sobre nosotros
guerra tras guerra,
recogieron nuestros años,
nuestros jardines colgantes,
y salieron volando como cigüeñas.
Dijimos no puede ocurrir nada peor.
Entonces llegaron los bárbaros
a la madre de dos manantiales.
Rompieron la tumba de mi abuela: mi tabla de arcilla.
Hicieron pedazos los toros alados cuyos ojos
eran girasoles
muy abiertos
observando los fragmentos de nuestros primeros sueños
para toda la vida.
Mi mano en el mapa
como sobre una vieja cicatriz.
_________________
en "The War Works Hard", New Directions, Nueva York, 2005. Trad. del árabe al inglés, Elizabeth Winslow. Versión del inglés al castellano, Jonio González.
MY GRANDMOTHER'S GRAVE
MY GRANDMOTHER'S GRAVE
When my grandmother died
I thought, “She can’t die again.”
Everything in her life
happened once and forever:
her bed on our roof,
the battle of good and evil in her tales,
her black clothes,
her mourning for her daughter who
“was killed by headaches,”
the rosary beads and her murmur,
“Forgive us our sins,”
her empty vase from the Ottoman time,
her braid, each hair a history —
First were the Sumerians,
their dreams inscribed in clay tablets.
They drew palms, so dates ripen before their sorrows.
They drew an eye to chase evil
away from their city.
They drew circles and prayed for them:
a drop of water
a sun
a moon
a wheel spinning faster than Earth.
They begged: “Oh gods, don’t die and leave us alone.”
Over the Tower of Babel,
light is exile,
blurred,
its codes crumbs of songs
leftover for the birds.
More naked emperors
passed by the Tigris
and more ships . . .
The river full
of crowns
helmets
books
dead fish,
and on the Euphrates, corpse-lilies floating.
Every minute a new hole in the body of the ship.
The clouds descended on us
war by war,
picked up our years,
our hanging gardens,
and flew away like storks.
We said there isn’t any worse to come.
Then the barbarians came
to the mother of two springs.
They broke my grandmother’s grave: my clay tablet.
They smashed the winged bulls whose eyes
were sunflowers
widely open
watching the fragments of our first dreams
for a lifetime.
My hand on the map
as if on an old scar.
(Fuente: Jonio González)
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