«Una impresión luminosa: acerca de Héctor Viel Temperley»
Yo
no sabía que años después iba a ir a su entierro, no sabía que su hijo
me iba a prestar sus libros de poemas y que me iban a impresionar tanto.
Caminé por la playa hacia el sur buscando a mi amigo; la madre me dijo
que se había ido a almorzar con el padre a un parador ahí cerca. Yo
pensaba que mi amigo no tenía padre porque no vivía con ellos. Eran
siete hermanos, vecinos de nuestra casa en Pinamar. Debo haber tenido
nueve años. Mucho después mi amigo me iba a hablar de su padre muerto,
que lo sacaba del colegio y lo llevaba a hachar troncos caídos en los
bosques de Palermo, que vivía en un departamento sin teléfono y les
había dicho a los hijos que tocaran el portero eléctrico de un modo
particular porque de lo contrario no abría, que lo llevaba a nadar mar
adentro hasta que casi no se veía la costa. Cosas así. Mi amigo me iba a
dar Crawl, Hospital Británico, La Legión Extranjera;
libros raros que me dejaron para siempre una impresión luminosa, una
sensación de buena soledad, una mística personal vinculada al cansancio
físico. Creo que caminé varios balnearios hasta que de pronto me
encontré con mi amigo y su papá, un hombre barbudo con torso de nadador,
retacón, que venía fumando tranquilo con la camisa en la mano. Los
saludé. Mi amigo se despidió de él y nos fuimos a explorar los médanos.
Fue la única vez que lo vi a Viel.
en Clarín, 2003
(Fuente: Descontexto)
No hay comentarios:
Publicar un comentario