CORRESPONDENCIA
Desde que no te escribo
para que no me escribas.
Tus cartas son el sol
que congela el papel.
Tu letra es una hilera
de hormigas que gatean,
relámpagos azules
que sangran del volcán.
Desde que no me escribes
porque ya no te escribo.
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LOS OJOS DEL POEMA
Los ojos del poema
me aconsejan.
No leas poesía obesa,
anoréxica,
bulímica,
anémica.
Lee, escribe
el espinazo de la belleza,
el terror de la vida.
Lee.
Y escríbete.
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LUTO UNIVERSAL
Yo nací el mismo día
que se murió mi madre.
Un veintiséis de agosto.
Las amapolas eran coágulos de sangre.
Subía la canícula
del fondo de la tierra
y bajaba la luz, a gatas, desde el sol.
Volaban avutardas y murciélagos.
Yo nací una tarde de bochorno,
un día interminable
de luto universal.
Brillaban los campos de lavanda.
Yo nací el mismo día
que se murió mi madre.
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LA APARECIDA
La que de no gritar se hizo silencio.
Cargada con los escombros del dolor.
No llegabas para mí para separarme de nadie.
Llegabas con el frío en tus ojos ardiendo.
Llegabas para que el aire me oxigenase entero,
adentro, adentro.
Inteligencia, armonía, belleza, claridad.
Eras la aparecida,
cuando yo estaba a punto de desaparecer.
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ERAN las noches bajo los milagros,
las noches de nieves escarchadas.
Eran las noches blancas, encendidas,
mudas de estupor de las centellas.
Cruces, por donde vais, dejáis espinas,
espinas que se clavan en el hierro,
en el hierro oxidado de los muertos
de los muertos que mueren por vivir.
Ángel Guinda
Aparición y otras desapariciones
Olifante
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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