Velada poética
Ser, ¡oh, Musa!, boxeador o no ser nada.
Por nosotros nunca ruge el público enardecido.
Hay doce personas en la sala.
Nos instan a iniciar la velada.
La mitad está aquí porque fuera llueve,
el resto, ¡oh, Musa!, parientes.
Las mujeres al desmayo dispuestas
irán a ver cómo dos pesos gallo se arrancan las crestas.
Sólo el boxeo ofrece escenas dantescas.
Y la ascensión, ¡oh, Musa!, a los cielos.
No ser púgil, ser poeta,
vivir condenado a esproncedas forzados,
a falta de músculos exhibir al mundo
—¡en el mejor de los casos!— futuras lecturas
escolares,
¡oh, Musa!, ¡oh, Pegaso,
ángel acaballado!
En primera fila un viejecito en trance
sueña que su mujer, que en paz descanse,
resucita y le hace un pastel de chocolate.
Con fuego, pero lento, ¡que no se queme el pastel!,
comenzamos nosotros, ¡oh, Musa!, a leer.
Traducción: Jerzy Sławomirski & Ana María Moix
(Fuente: Basta de texto)
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