UN POEMA DE TATUAJE
II
Aquellas madrugadas en los puertos
de tabernas insomnes
y los acordeones del destierro,
no buscaba a los rubios marineros,
aquellos extranjeros de frondosos tatuajes
que se apoyaban en los mostradores,
y su aliento traía el aguardiente
de las naves errantes y los rostros
de mujeres nocturnas y remotas.
No buscaba a esos otros marineros
cuyas promesas se difuminaban
en una despedida inexistente
y siempre se marchaban en las tardes de junio
para no regresar. Quedaba el nombre
como único amuleto de su paso,
junto a aquellas palabras que se dicen
cuando sabemos que el exilio acecha,
que podemos quedarnos o escapar.
Los tatuajes quemaban y esas noches
yo buscaba el camino de regreso hacía Ítaca,
las colinas de Roma, la ciudad de Kavafis
o un barco que zarpara a la isla de Safo
Verónica Aranda
Tatuaje
Hiperión
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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