Uno
agarra un papel
y con lápiz mocho
escribe:
"lo claro y lo rico",
y agrega:
"a nuestras luces
la maravilla de la creación",
y tacha,
y pone
relamiéndose el bigote:
"el río torpe que es la vida
se hunde en hondo resplandor
y de revés se machaca
de orilla y agitada piedra
que rebota en el agua...",
y suprime la insistencia
con brusco rayón;
uno
le busca otra pata a la mesa
la inestable gracia
del amor y los jades,
y prolonga
la luz del astro que cae del cielo
y sus brillos y ostentaciones
y sorpresas de quinta parte
y mejor tiempo a saber;
y los trazos
se asientan en las arrugas
que la escritura,
maliciosamente confunde
para gloria del futuro.
Y nada es,
grandes temblores,
liendres,
hongos,
ensoñación y engaño;
nada es,
hiedra seca
arrasada por parásitos e infamias;
nada,
imposturas,
farsas,
actores que flotan
en tisana de cicuta y cardamomo,
hierro que no oro;
y uno cree
ver árboles,
aljibes,
peces amigables,
espigas y púrpuras,
inminencias,
y aturulla
el viaje submarino
y la excursión en superficie
con llagas,
risas de ocasión,
pasos tambaleantes
que no traspasan
las arenillas mortales
incrustadas en los ojos,
sus designios inalterados
y esa amarga dureza
de mentirse,
y uno tira
todo
a la mismísima mierda,
mientras el periquillo
pechito de fuego
hace de las suyas,
a pedazos
y trinos que se pierden
vaya uno a saber dónde.
-Inédito-
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