El cactus
Ese cactus recordaba los gestos desesperados de las estatuas:
Lacoonte inmovilizado por las serpientes,
Ugolino y sus hijos famélicos.
Evocaba también la sequedad del Nordeste, carnaúbas, caatingas…
Era enorme, hasta para esta tierra de fecundidades excepcionales.
Un día una ventolera furiosa lo abatió de raíz.
El cactus cayó atravesado en la calle,
quebró los aleros del caserío de enfrente,
impidió el tránsito de los tranvías, los autos, las carretas,
reventó los cables eléctricos y durante veinticuatro horas
privó a la ciudad de iluminación y energía:
era hermoso, áspero, intratable.
(Fuente: Ezequiel Zaidenwerg)
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