Dos poemas
Se busca
Si alguien hubiera encontrado
un libro de los Cantos de Ezra Pound color verde
eléctrico, extraviado en la carretera antigua entre el valle
central y el altiplano
una noche de julio de 1992.
Si alguien tuviera ese ejemplar
con poemas preciosamente traducidos
como aquél en que habla de los dedos de una mujer
que parecían una servilleta japonesa de papel o aquel otro
de Rihaku sobre la vieja esposa del mercader del río.
-Tú viniste con zancos de madera jugando a los caballos,
caminaste junto a mi asiento, jugando con ciruelas azules…
Si estuviera en la biblioteca de alguna persona
ese volumen con una fotografía de Ezra
con todas las arrugas, comisuras, todas las cicatrices
de la incomprensión
cuyo reverso es la locura.
Si lo tuvieras tú, jamás lo hubieras abierto y al leer esto
decidieras hacerlo y encontraras adentro,
entre dos páginas,
tal vez marcando Portrait d’une femme,
que me recordaba a una novia de entonces,
una ingenua estampa de la Virgen niña con su Niño
en monocromo azul cerúleo
con una oración al dorso
que repetía cuando era feliz o estaba triste
en la edad de la alegría verdadera
y de la vera tristeza.
Si encontraras ese libro habrías hallado
el muñón de un alma,
algo que se me extravió.
No sabes lo que vale para mí ese ejemplar de los Cantos.
Si lo encuentras puedes quedártelo. Pero la estampa
-si aún está ahí-
remítemela, por favor.
Los libros se extravían y se encuentran
pero el asombro (o la fe, que es lo mismo)
se pierden para siempre.
-Hubo una hora iluminada por el sol, y los más altos dioses
no pueden jactarse de nada mejor
que de haber contemplado su paso a esa hora.
En esta u otras vidas tendrás tu recompensa.
El trabajo en lo echado a perder
Veo el rostro de mi padre
-llamémoslo así-
figurado en una moneda
china, de esas de tirar el I King.
Su rostro está delimitado por el perímetro de la
moneda, su cabello se
confunde con los trazos y arabescos
-¿o chinescos?-
de la parte superior, su bigote
con las volutas de la parte inferior.
Dicen que lo fundamental en estas monedas,
su valor,
está en el centro
hueco como en la rueda del Tao,
donde lo importante no son los radios sino el vacío del eje
que permite a la rueda girar.
En eso también esta moneda se parece a mi padre
-sigamos llamándolo así-
o al rostro de mi padre.
En Multiplicación del sol, Los Torreones, Bogotá, 2017 Vía Círculo de Poesía
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Foto: Stéphane Chaumet/Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)
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