sábado, 4 de noviembre de 2023

Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949)

 

El idilio imposible de la señora Tampico

y del señor Magaldi

 
 
La señora Tampico toda
estaba hecha de signos rúnicos
que se reordenaban cada
mañana.
 
Pero la señora era ignorada.
 
La propia señora Tampico no
interpretaba
de su cuerpo las runas
que para ella
no eran runas, sino árboles,
plantas, cosas,
baldes, sartenes,
caminatas, pantuflas,
fuego, agua.
 
El señor Magaldi
cuando llegó a la morada
en la colina donde habitaba
la señora Tampico,
supo que era viuda
de un marido y de sí misma,
pero ella lo ignoraba.
 
El señor Magaldi locamente enamorado
de la señora Tampico entendió que su amor
era un desvío de algún camino que él
también ignoraba.
 
No obstante viendo que su amada
se deshacía y rearmaba
en runas cada mañana
convocó a adivinas, pitonisas y magas.
 
Cada una le dio un mensaje distinto de las runas.
 
El señor Magaldi estalló en cólera y lágrimas.
"Es que -le dijo la adivina de Mantua-
el mensaje cambia cada hora,
pero la lentitud humana
lo ve cambiar cada mañana".
 
Magaldi
entendió algo sobre la relatividad de los cuerpos en movimiento.
Y se hizo cantor ambulante.
 
 
Jorge Aulicino, "Poemas fantásticos y de ciencia ficción", inédito

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