miércoles, 18 de mayo de 2022

Sandro Barrella (Buenos Aires, 1967)

 

De "La liebre"



 
 
 
Canetti o la liebre de los muertos    
 

La nave que lleva el alma
recién muerta de Canetti a la región 
de los muertos, ese lugar que en vida Elías Canetti
conjuró como un profeta con palabras
en su caso escritas, líneas y líneas letras de molde y prosa alemana,
la nave, cuya soberanía ejerce un barquero de escasa altura, la nave,
hace un giro profundo y se dirige, antes de concluir
la entrega del alma recién muerta de Canetti,
hacia la isla de la liebre;
una deferencia por parte del barquero, él conoce
cada palmo del archipiélago lo mismo que la obra de Elías Canetti. 
Detrás del vidrio la liebre aguarda la llegada del bote
para reproducir la escena que cada día a esa hora repite a condición
de un pago exiguo, una suma que solo ella y el barquero conocen. 
Sobre un frontis de madera la liebre inscribe
estas palabras: Me resultan despreciables los sacerdotes
de todas las religiones que no pueden hacer volver a los muertos. 
 


La liebre de la prosa 
 

¿Era una música de viernes Santo? ¿Una música sin tiempo fijo? ¿Era un
réquiem para muertos por venir?  ¿Hay otra cosa que no sea Dios o música? 
Preguntas de fe las que hace la liebre. ¿Escuchó música Aldo Moro antes 
de los disparos? ¿Y los mensajes telegráficos cifrados, eran de música?
¿De música el ambiente en el baúl del Renault 4 que lo dejó en Via Caetani? 
¿Formaba un ángulo de cuántos grados el cuerpo de Aldo Moro 
en la portada del Corriere Della Sera? Preguntas morales. 
¿Era un himno de lucha de la extrema izquierda italiana? ¿Un argumento 
para óperas civiles? ¿Un melodrama sobre la guerra de clases? ¿El PCI 
para los jóvenes llevado al varieté? Preguntas de muerte.

Detrás del vidrio la liebre apaga la música y anota en su cuaderno una frase 
que lee en Sciascia. Son, como se habrá observado, versos; pero los 
transcribo como prosa para devolverlos mejor a su insensatez y atrocidad, 
pues la prosa no perdona.



Encuentro de la liebre con Nijinsky
 

Qué del día el lugar la circunstancia del encuentro 
entre la liebre y Nijinsky. De este lado del vidrio 
una frase escrita. La liebre atesora el momento
como remembranza ajena, igual la noche de la infancia
cuando su aldea fue visitada por tramoyistas ambulantes.
Un Espectáculo de Fantasmagoría rezaba
el cartel a la entrada de la kermés. No consigue
olvidar el esplendor de las linternas mágicas,  
la delicia de las manipulaciones ópticas, y no pierde
ocasión de contarlo a quien quiera oír. En cuanto a Nijinsky, 
es elocuente el registro en su Diario, Construiré un teatro redondo. 
Sé qué es el ojo. El ojo es el teatro. El cerebro es el público. 
Yo soy el ojo en el cerebro.  


La liebre
,
Bajo la Luna,
Buenos Aires, 2022










Foto: Sandro Barrella/Facebook
 
 
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)

 

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