EL ARQUITECTO EN SU VILLA DE LA MONTAÑA
Lo único que puedo hacer es llevarte al borde
Y arrojar un belvedere
Al vacío, vallado con cable de acero,
Para que no haya nada que debas temer-
Ya que temerás,
Como alguien abandonado en una cornisa de roca.
Esto es lo que los constructores hacen: componen un espacio
Para que vos vivas dentro
Y estés en cuerpo. Ellos no pueden dar otra cosa
Que madera o concreto, piedra o ladrillo proveer,
Todo lo demás lo ignoran,
Excepto hacer un paisaje en un lugar.
¿Y qué si el paisaje es meramente espacio? ¿Y qué
Si unos bichos raros atmosféricos-
Desvían nubes, tal vez una lámina viscosa de niebla-
Donde todo aquello lo llenaba? Flotando, los picos nevados
Apenas existen-
Mucho menos que nosotros, anclados en este peñasco.
EL ORFEBRE
Para fijar esta ansiedad grabo este oro,
Dando forma a un amuleto cuyos bordes contienen
Un pequeño espacio de orden: donde encuentro,
Bañada de luz, una morada para la mente.
KASPAR HAUSER
Quién quería ser un jinete
Quién quería ser lo que su padre había sido antes que él
Quién no tenía padre alguno, quién no tenía madre
Quien no podía cabalgar
Quien brotó totalmente formado desde ninguna parte.-
Quién conocía el piso de un establo
mejor de lo que conocía al mundo o a sí mismo
Quién no podía decir quién lo había conducido o sustentado
Quién carecía de habla
Que no podía poner en palabras
de dónde había venido o cuál sería su fin
Quién no podía describir el mundo
Quién no podía definirlo
En quién los pecados de los padres eran visitados
Quién era inocente, quién estaba caído
Quién ahora habría de comer pan en el sudor de su rostro
Quién era sub-normal, imbécil, mentalmente incapacitado
un visionario inspirado, un niño-lobo, una criatura de Dios
Quién se había dado prisa en el vientre de su madre
para ser arrojado gimoteando al mundo
Quién había caído de ninguna parte y se encontraba en
ningún lado
Quién no podía decir quién lo había matado
O por qué había tenido que morir.
INFORME DESDE NINGÚN LADO
No es solo el sexo.
Es la reflexión posterior.
- como podría ser en los campos, después del siego del heno,
el sol disperso bajito a lo largo del horizonte, las sombras
audaces,
y todos marchan al bar.
Y la biblioteca. Y la galería.
Y la cama
con tarea nocturna en las marañas de sus mentes.
LOS VIEJOS DE LA PILETA
Los viejos de la piscina estaban bronceados
Hasta en invierno. Estaban en forma y fuertes.
Temprano cada mañana hacían corridas a lo largo
De las cien yardas que bordeaban la pileta, se estiraban
y doblaban,
Hacían flexiones, luego se zambullían en la parte honda.
Su piel era como cuero agrietado; era lanzada
Bruscamente sobre sus huesos, sus músculos enroscados
En blanda alianza, esperando el desbande.
O así parece en retrospectiva. Me dicen
Que una lóbrega mañana de Año Nuevo sin luna,
Cuando los chicos como yo dormíamos, los viejos
Rompieron una rígida capa de hielo a través del natatorio,
Después se pusieron en fila en el borde para sumergirse
En la oscuridad y en el frío silencioso.
***
Clive Wilmer es un poeta británico, nacido en Harrogate,
Yorkshire en febrero de 1945. Además de haber publicado
ocho libros de poesía, es traductor, crítico y periodista litera-
rio.
FUENTE
Poetry Archive. (Web).
Algunos provienen de New and Collected Poems, Carcanet,
2012, y otros fueron cedidos por el autor a ese sitio.
Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c)
(Fuente: Idiomas Olvidados / inutilesmisterios.blogspot)
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