Éste es mi animal de compañía, sin metáforas
ni comparaciones recurrentes.
De tanto en tanto, sin que algo ocurra,
ladra despavorido, entra en pánico
sin fuegos de artificio, sin tormentas eléctricas
ni estridencias.
Se atrinchera, ovilla sus partes en un rincón
del patio, tirita.
Una estética primitiva lo hace arañar el suelo.
Un cuadrúpedo anunciatorio de la nada
porque nada ha ocurrido, sólo su espanto dócil.
Sólo su ladrar por ladrar y las quejas de algunos vecinos.
Ese sobresalto canino alguna ilusión traía
después de todo
a esta monotonía de provincia.
Tigre de Hokusay
Bordado sobre un cubrecamas,
sin precio a la vista, el mismo felino,
repetido, mal copiado, desprolijo, en
versión hirsuta de lanas estridentes.
Del desquiciado color, emerge el tigre
da la sensación que estratégicamente
dejó de respirar
(es preciso no ahuyentar la presa obnubilada
de otro comprador iluso).
La mala copia no ha podido borrar
la instancia del ataque,
más que la de la fiera, la del pincel.
¡Qué bien entendió el lugar de la vacilación
el entintado zarpazo de Hokusay!
Mensaje de texto
a César Cantoni
Ayer, un erizo de mar me pinchó, con esas
agujas de piedra con que la especie se defiende,
el mismo pie que días atrás pisó descalzo
una braza mientras hacía un asado,
y del que anteriormente me quité una espina
de un zarzal seco.
Supongo que mi pie derecho no entiende
de ser pie izquierdo,
pero igual me dio señas de lo poco
que era mantenerme erguido.
Manías del golpeador
Puede que cada intimidad posea un ritmo propio.
Parece que el viejo de la otra cuadra al fin partió;
comentan que se daba la cabeza contra el muro
repitiendo: “muérete de una vez, muérete”.
La época no tuvo mejor recompensa para los que
vivieron menos.
Una fuerza mayor acrecentó esos golpes y un día
la cuenta dio para que el anciano dejase de rogar.
Mientras limpio mi mate con pequeños golpes
para quitarle la yerba, me asalta la idea de un estilo propio
y presiento no ir por mal camino.
Textual sobre Albert Cossery
Vivió casi toda su vida sin hacer nada.
La belleza de su existencia fue lo imperceptible.
63 años en un hotel de París, sólo acompañado
por un número exiguo de bienes materiales:
una cama, un televisor y una heladera.
El médico le diagnostica un mal en las articulaciones;
él se las arregla para acusar a la humedad del Sena,
la edad y el sin sentido de la vida mundana.
Jamás hubiera denunciado a su cama pétrea, su heladera vacía
y las miles de películas en blanco y negro que supo consumir.
Este príncipe de los holgazanes,
vertía una frase cada cinco semanas.
“Éste sí –dijo Camus–, éste sí llegó
a conocer el valor de las palabras”.
Fuente: inéditos. Gentileza de Abel Robino.
Abel Robino nació en Pergamino, Provincia de Buenos Aires, alrededor del 7 de octubre de 1952 (el acta de nacimiento adolece de inconsistencias). Es profesor y licenciado por la Facultad de Bellas Artes de La Plata. Como becario, revalidó su licenciatura e hizo su maestría (Máster 1 y Máster 2) en la Universidad de París VIII (Université Paris 8). Escribió textos de distinto tenor relacionados con el periodismo y la investigación universitaria y cuenta en su haber con cinco libros de poesía publicados: Obsesión (Ernesto Girard Editor, 1978), Las especies de la noche (Botella al Mar, 1982), El estado de la quietud (Libros de Tierra Firme, 1986), Hiel por hiel (Libros de Tierra Firme, 1997) y Burundanga (Ediciones Endymion, 2013, reeditado por la misma editorial en 2015 y 2021). Una selección de sus poemas fue reunida con el título Fiel pour fiel y publicada en Francia en edición bilingüe (español-francés) por Reflet de Lettres en 2017. En La Plata, fundó el Grupo Literario Latencia y cofundó el grupo de pintura El Faro. Anteriormente, había cofundado en su ciudad natal el Grupo Literario Pergamino. Desde muy joven militó políticamente. A los 14 años ingresó en la Juventud Comunista y a los 17 participó en las brigadas internacionales de alfabetización en Chile, durante la Presidencia de Salvador Allende. Asimismo, como poeta militante, intervino en lecturas de poesía en diversos países, entre ellos: Perú, Bolivia, Cuba y Panamá. En 1978 fue secuestrado por fuerzas de seguridad y permaneció transitoriamente desaparecido. Más tarde, fue sometido a Consejo de Guerra y juzgado en el Cuerpo de Ejército I con asiento en Palermo. Estuvo detenido en Devoto, en la Unidad Carcelaria N° 9 de La Plata y con prisión domiciliaria, hasta que, en 1982, la Justicia Civil resolvió liberarlo definitivamente. Ese mismo año, al desatarse la Guerra de Malvinas, fue convocado como oficial de reserva (condición que le había dejado el Servicio Militar Obligatorio), pero rehusó presentarse, razón por la cual Amnistía Internacional y el gobierno de François Mitterrand acordaron darle asilo político en Francia. Actualmente, reparte sus días entre el país galo, España y Martinica. Como artista plástico, colabora con TAC (Territorio, Arte, Creación) de Francia y es representado por la Galería y Residencia Internacional de Artistas Arteaga con sede en España. En 2010 vivió en China, “donde incurrió en la técnica de las rupturas, los cortes y desgarros de sus trabajos (cuadernos prédictives), el dibujo de un solo trazo y el disfraz del minotauro permanente” (“El minotauro guía en la gran exposición de lo actual”). Por lo demás, Robino trabaja en mancomunión con otras ramas de la creación, como el arte dramático y la música contemporánea. También realiza performances, ocupaciones de terreno, señalizaciones exprés y múltiples experiencias más. Ya en su memoria universitaria titulada “Arte y mestizaje” se perfila parte de su retórica creativa. Ejemplo de lo antedicho son sus colaboraciones con el Teatro Colón (2011 y 2015), la Bienal de Suecia Éventa 3 y el homenaje en la tumba de Jean Genet en L’Arrache, Marruecos. Los poemas incluidos en esta página pertenecen a un libro en gestación y son, en consideración del autor, primarias anotaciones. A continuación, comparto algunos párrafos del texto leído en la presentación de la última edición de Burundanga, el 26 de marzo de 2022, en el Conservatorio de Música Gilardo Gilardi de La Plata:
La vida y la obra poética de Abel Robino se hallan atravesadas por el exilio.
(...)
Su voz, por lo tanto, es una voz nómada, trashumante... Sus palabras, como señala Luisa Futoransky, “llegan de muy lejos y sin amarras. Son palabras que vienen del desarraigo. Del infierno al que por vocación nadie está destinado”. De ahí que sus poemas –volviendo a citar a Futoransky– sean “ardientes y simples como la cal viva”.
(...)
Para situarlo en un mapa poético de fines del siglo XX, debemos decir que Robino publica “Obsesión”, su primer libro, en 1978, momento en que ya la poesía argentina había empezado a despegarse del coloquialismo sesentista y apuntaba a expresiones neorrománticas, neobarrocas y experimentales, mientras, por otro lado, algunas voces, nucleadas en torno de la revista “La Danza del Ratón”, mantenían en alto las banderas sociales. Dentro de ese contexto, dominado por propuestas grupales heterogéneas, Robino elige seguir un camino independiente, privilegiando cierta actitud reflexiva y el desarrollo de una intuición o de un concepto como motivos del poema; camino que, con diversos matices, continuará explorando en sus libros posteriores.
Aunque los encasillamientos son siempre limitativos y engendran controversias, hoy podríamos adscribir su obra a esa línea poética sustantiva que Santiago Sylvester llama “poesía de pensamiento”. Cabe aclarar que no estamos hablando, en este caso, de una corriente específica sino de algo más incluyente; vale decir: una modalidad creadora en la cual confluyen diferentes estilos e ideas de la vida, pero cuyo denominador común es la reflexión y el ansia de conocer.
(...)
Por otra parte, deliberadamente o sin proponérselo, Robino da origen con su creación poética a una rara mitología personal, que nada tiene que ver con los relatos simbólicos ya consagrados por la literatura. Se trata más bien de una mitología profana, elaborada a partir de sucesos y personajes históricos y de la vida diaria, que alcanzan, en la reencarnación verbal del poema, un sentido que los trasciende. Así, sus historias recuerdan, muy a menudo, las parábolas de Watanabe, emparentadas como están en la busca de una certeza reveladora, un saber que se halla implícito en la naturaleza de lo narrado, pero que exige la mediación de un poeta para hacerse patente.
Si aceptamos como decía Paul Klee, refiriéndose a la pintura, que “el contenido es la forma”, podemos convenir, duplicando la apuesta, que en la poesía de Robino forma y contenido hacen por igual al estilo, atentos al singular carácter de los temas expuestos, casi siempre extraños, curiosos y hasta extravagantes, surgidos, muchas veces, de peripecias personales o del propio imaginario poético, y, otras, de textos no sólo literarios sino también científicos y técnicos, lo que termina generando un mestizaje llamativo.
(...)
Por lo demás, no debemos esperar de Robino ni un lirismo acendrado ni demasiado apego a las pautas canónicas de la belleza. Su poesía nace del intelecto, pero también de las entrañas profundas del dolor; de ahí la voz lacerante que suele acompañarla. “Como los escudos de los héroes –podríamos agregar con Futoransky– tiene el color del hierro y la sangre derramada”. No hay en ella, sin embargo, ni asomo de queja ni acentos plañideros; tampoco reproches para formularle a nadie: sólo la cruda realidad, a la que expone –en opinión de Horacio Castillo– con “desolada grandeza”.
(...)
En suma, la poesía de Robino no es complaciente ni hace concesiones; su lectura implica siempre un desafío y una perturbación. Hija de la orfandad y el desarraigo propios del exilio, se quita la ropa para mostrarnos sin vergüenza los golpes vallejianos de la vida; conmueve, pero obliga a reflexionar al mismo tiempo, y, sobre todo, tiene en su esencia el poder persuasivo de la autenticidad.
César Cantoni
Foto: Abel Robino. Ph by Ángela Gentile.
(Fuente: Lois poetas no van al cielo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario