UN POEMA DE NUNCA ESTUVE TAN ALTA
Mujer mirando al sur
Mi abuela se sentaba al sol
esperando la muerte
al sol vestida de luto con sesenta
años la sentaban
en la silla de anea
cada día a esperar
la muerte.
Siete hijos mi abuela pero
no conoció varón.
Cuando quise
preguntarle a mi madre mil pedazos
autistas me miraron sin verme.
Madre y virgen mi autista
rasgándose en el frío
estudia hija estudia
la mano el libro el chocolate
el cuerpo
el cuerpo las estrellas el bosque
las palabras el cuerpo
la película el vino la carne
del melón rajando mi garganta
relámpagos el zumo la sandía
no se hace eso no se hace
las siestas y las sábanas
mi secreto
pecado solitario.
La vela que en mi mesa
se agota y se deshace
también llega a su fin.
Pero el cuerpo esta savia
venida de mi madre de mi abuela
me explota aquí en las sienes
en el sol y en la sangre
la granada
que es una y mil granadas
licuándose
calidoscopio azul mis dientes
el clítoris la luna la vagina
los limones candelas
ese tronco de encina quemándose
mi cuerpo
que no se apaga nunca
que no se acaba nunca
mi brindis
ese brindis de autista para siempre.
En: Nunca estuve tan alta
Sabina editorial
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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