sábado, 16 de abril de 2022

Maurizio Medo (Lima, Perú, 1965)

 

De EL HÁBITO ELEMENTAL

 

 

1.

 

No sé, no sé. No más. Si dios es

poeta, matemático o

la tímida invención de un topo

que ca

vaca

va

el Círculo Perfecto entre ceramios prehispánicos. Sea,

tal vez,

la satinada ficción que heredamos en

Nácar Colunga, bloques de papel. Artificial como este

otro que retinto, ozónico, junto

a un hato de cálculos y planos cartográficos, mil

trópicos y cientos de

ecuadores.

 

Hoy mi mano es Neanderthal. El ambiguo

lenguaje la desborda nombrando

lo que en vano intentó recolectar. Indiferente

al dolor de mis falanges cae

sobre este suelo

que engendro al enunciar. Rota

la barroca geografía,

sin mapas,

el espacio es apenas intuición. Si hundiera la Cruz

en las cúspides del Misti, revería

al nunca sancto Cristóbal, de ahí la mar. Pero no hay fe no hay,

tampoco olas. Sólo tus ojos, Lu. Negros soles

que fulguran cuando te ovillas vulnerable y fetal.

Este es el reino del topo. Salvo mi amor, todo

es sillar, mosaico en polvo, astilla colonial.

 

                No sé ya que hay decierto en el desierto donde

miro piso paso palpo copulo cavo defeco.

 

Recuerdo Madrid cual esplendente espiral, con

su adorable escoria trapicheando alrededor del Escorial. Recuerdo

Baires, lunfarda en los bandoneones de La Boca. Con su brío

de elocuencia interminable,

Oh argentinidad.

 

Recuerdo Miami, american dream de balsero obsecado

en shopping latequelatelatenoamerican.

 

Recuerdo el recuerdo legado desde

Dubrovnik, Salabue y Pietra Ligure,

como una amalgama que evanesce entre picarones de Tingo o

adobos en la vieja Yanahuara.

 

¿Qué de mi Villa?.

 

   El aeropuerto, mi cuerpo espigón y

aquel boleto conjurándola al olvido. Soy su exilio, mas

también ígnea nervadura dentro de tu invertebrado Co

razón.            No sé más.

El caos tiene tantos paraderos, ¿me hablaba allá el Rimak,

era el Leteo?.

Recuerdo, también un teléfono donde me responde aún

alguien que no está. Recuerdo que mi nonno

ni siquiera fue mi profesor. El perfil de mi padre temiendo

serlo en su cana juventud. Recuerdo

a mi hermano muriendo de a pocos sin atrapar la luz. Casi

alado y hermoso.

 

Recuerdo un balón negándome la adrenalina

de ser gol. Recuerdo haberte dicho amor amor,

de impromptu,

en un vía crucis de catorce estaciones de Internet. Recuerdo

que allá uno está y jamás es. Pero, la memoria

-como el poema-

es una bella mentira a la que amamos por su muy escaso valor.

 

No sé si existe dios y el recuerdo de haberlo sido por

quince minutos,

o más.

 

Recuerdo haber sido sólo un adjetivo

 

 

 

Inmigrantes


                a Raúl Zurita

 

Ande que ande,

porteño,

aún desde su más cósmica altura

jamás atisbaremos

una sola molécula de aquel marparadiso,

atravesado

por los Canessa, los Migliaro

o los Ferrero.

¿Alucinaste

alguna vez la espuma fiera

cual níveo látigo

 

acontraproa del carguero. El miraje a distancia

de nuestros ancestros boceteando

con el iris el croma de otras costas

mientras rumiaban autistas

la eufonía spagnola?.

 

Il mare sotto mile di pensieri

que intersectaban temor con amor/ ilusión con magonne

y la incertidumbre que embarga

la raíz algebraica del primer inmigrante.      Sin duda

 

en infancia

audición omnisensorial del quimérico enrumbar

vespuciando delfines en súbito coletazo al aire,

morar en mirar de un puerto ajeno.

Este inservible catalejo in terra nostra versa a la sombra

del sentir del puberpadre, de la niñamadre

lontano di la sua bella italia.      Nosotros ni utopía en vientre.

 

Si fa la américa ignorando que les brotarán faunos y lemures,

años/ siglos después en la progenie.

 

He imaginado aquel mar hermético como esta página,

su incerteza

cual el pasmo al enrumbar por las acuosas estepas

nascotas in the poetry. Nuestro asombro

 

semejante aquel otro de antaño cuando emergen como

orcas

palabras

que no sólo son palabras

 

mientras se prosigue el viaje

a sabiendas que

en la otra margen

- vitanova -

 

la muerte ya no

espera.

 

 

 

 

De LIMBO PARA SOFÍA (fragmento)

 

tanto soñé contigo que pierdes tu realidad
Robert Desnos

1.

 

la palabra o su revés todo

pelado,

un sol de brujas conjurado en lo nocturno

o la ficción que enciende fuegos fatuos:

 

los poemas jamás hurtan su luz, en lo blanco,

su sombra,

espíritu o materia, es un astro que brilla

entre residuos de belleza

 

afuera, dos lágrimas arquean las espinas de un rosal

 

le contemplas como si fuera el tallo tu mirar,

pero yo vuelvo a mi poema

 

no puedo arriesgar en el silencio      si sobrevivieras

en este mudo estruendo

tal vez comprenderías

 

no desames mis instancias - ahí concentran

las esencias -

 

mi poema podría ser el estallido de un látigo

en tu herida

pero también

su dolor

 

lo inasibles en él son tus ojos de absynto

o la reflexión que evoca

la combustión más explosiva del absurdo

 

el corazón

 

(humana capital de las dolencias)

 

edificado sobre la superficie de un absurdo mayor

 

el amor

 

si abdico negaría todo cuanto hay de impronunciable

y, sí, amor es una bella palabra,

 

la devoción del poema surge desta bella palabra

 

en otra margen del silencio      no en el revés todo

pelado que, vil, la contradice cuando

crees hallar en el crepúsculo

algo más hermoso y perecible

de lo que nombramos

 

poema

 


2.

 

la permanencia de dos sombras

opuestas a la anatomía de sus cuerpos

(aún cuando neguemos al espíritu)

es la intuición de la belleza

como algo inmaterial

 

y al encenderlas como dos minúsculos cerillos

- raspados en un impromptu contra el suelo -

nos lleva a imaginar que las cenizas fueron

llamas en un prehistórico fuego

 

ese fuego bien podría ser el aura que bordea

tu menuda desnudez

 

debo de morder con suavidad tan apetecible sustancia

cuando florezcas en mi lecho        nutrida con mi savia

o pensar

- pon la mano en el mentón y modela, muñequita -

o pensar

(decía)

en un placer que holle las superficies minerales

y que con hilos de agua talle el aire

para reconocernos

aún cuando olvidemos

nuestros nombres.

 


3.

 

decir que moro aquí omnubilado por la rabia

y la pequeñez de un amor que baila

sobre un millón de organillos

de manivelas rotas -mi lenguaje-

es lo que hace del poema una mentira hermosa,

como si aguantara el peso del paranoico celo

de tantas noviecitas infectas de ilusión

 

o de aquel otro de un quilate mayor:

 

el del moribundo que voló

solo

hacia el solo -

antes que icaro

y los wright -

 

y cayó

piel

abajo

sin detener lo abismal

de su

caída

 

su rostro amoratado podría ser metáfora

de lo vivo que golpea

contra la cárcel del poema - horóscopo giratorio

que contempla a la poesía en sus bóvedas celestes -

y permanece inmóvil

oyendo el rauco ronroneo de un gato callejero

donde los hijos de los dioses uniéronse

con las hijas de los hombres

engendrándoles los héroes

 

pero, ya lo intuimos, de los mitos

sólo sabe el gato

 

yo bostezo a duras penas

en esta villa tres veces coronada, herido

por tu belleza, como antaño,

aunque lo niegue ahora con tu doble

 

el inválido artificio deste poema

 


4.

 

mi poema es aquel cielo al que se ofrecen

plegarias y sahumerios

 

(tan insignificante como una arruga en tu pañuelo)

 

si crees que su cumbre está en las bóvedas celestes,

mira

abajo,

muñequita,

 

verás como alcanza la estatura de tu ombligo

 

pero, ojo, linda, jamás será remanente de un naufragio,

relente de las horas

 

o festín secular de larvas y gusanos

 


5.

 

a veces callo el poema, pues

la luz fatiga el tacto

 

queda suelto como un hilo y

no sé como anudar

la palabra y el deseo

 

así quedo bajo la esfera del silencio

- divina otredad de la poesía -

con quien, a ciegas, celebramos

nuestro pacto 

 

(Fuente: Eldigoras.com)

 

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