miércoles, 27 de abril de 2022

Glauce Baldovin (Córdoba, Argentina, 1928 - 1995)

 

De Poemas crueles

 

La poesía sale de su oscuro rincón

me enfrenta

me mira desde sus ojos sin párpados

y me exige testimonio sobre el hambre

la persecución

el crimen.

 

Me conmina.

Me sentencia.

 

Y antes de esfumarse otra vez

deja en mis manos un afilado puñal de punta perfecta.

 

 

 

De El rostro en la mano

 

La mano

 

La miro. Es mi mano.

Distinta a la imagen que culturalmente poseo:

larga, dedos puntiagudos

y en las articulaciones exactitud matemática

de acuerdo al ritmo de Mahler, Yupanqui, Xenakis.

 

Mi mano cuadrada. Plana.

No están en ella ni el monte de Júpiter ni el de Venus ni el de la Luna.

Sí el mapa de siete generaciones que me preceden:

guerreros, labradores, albañiles, truhanes, hilanderas, modistas

apretando el terrón el puñal la sangre

el pañuelo empapado de sudor

la humilde violeta

el dedal el huso la baraja.

 

Mírala, bruja de todo alquimería,

quiromántica.

Mi destino no está escrito en las líneas de la mano,

está en el Universo.

Lo rigen el tiempo y el espacio:

la gigantesca espiral de la Historia:

ese milagro.

 

 

 

De Paloma pantera

 

Al morir

con certeza mi hermana gemela me dejó su vida

prendida al ombligo

para que yo viviera por ella y por mí.

Este yugo que me unce

el peso de milenarias piedras sobre los hombros

y su voz      que es sólo un rumor

desvela a la paloma         a la pantera

a la locura que se viste de rojo y violeta

se restriega las manos mientras patina haciendo ochos sobre el piso

las paredes

el techo de la casa.

 

Yo miro aturdida

confundiendo mi cama con un tren que vuela enloquecido en busca del sol.

 

 

 

(Fuente: Eterna cadencia)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario