Gwendolyn Brooks es una de las poetas más respetadas, influyentes y
ampliamente leídas de la poesía estadounidense del siglo XX. Fue una
poeta muy honrada, incluso en vida, con la distinción de ser la primera
autora negra en ganar el Premio Pulitzer. También fue
consultora de poesía de la Biblioteca del Congreso, la primera mujer
negra en ocupar ese puesto, y poeta laureada del estado de Illinois.
Muchas de las obras de Brooks muestran una conciencia política,
especialmente las de la década de 1960 y posteriores, y varios de sus
poemas reflejan el activismo por los derechos civiles de ese período. Su
cuerpo de trabajo le dio, según el crítico George E. Kent, “una
posición única en las letras estadounidenses. No solo ha combinado un
fuerte compromiso con la identidad racial y la igualdad con un dominio
de las técnicas poéticas, sino que también ha logrado cerrar la brecha
entre los poetas académicos de su generación en la década de 1940 y los
jóvenes escritores negros militantes de la década de 1960”.
Robert Stepto¹, que ha abierto y polemizado respecto al canon del Renacimiento de Harlem, decía sobre Brook: “El canon parece incluir a varios hombres, principalmente Claude McKay, Countee Cullen, Jean Toomer y Langston Hughes,
y una mujer, Zora Neale Hurston. No obstante, tan pronto como nos
centramos en autores que estén escribiendo, el canon se ensancha, no por
razones arbitrarias, sino porque más autores y más textos amplían
nuestro conocimiento. He defendido la inclusión de Dunbar,
Johnson y Brown, así como la de Margaret Walker temprana, Richard
Wright y Gwendolyn Brooks. Aunque pueda parecer que estos escritores
pertenecen a otros periodos, fueron de hecho presencias fuertes en la
época de entreguerras: en algunos casos sus escritores inspiran logros
literarios de importancia (…). Quizá sea controvertido incluir a
Walker en su primera etapa y a Brooks entre las principales escritoras
de la época y excluir a Jassie Fauset, Nella Larsen, Georgia Douglas Johnson y
otras. Pero cuando uno examina aquellas escritoras que exploran el
juego entre formas ‘recibidas’ e ‘indígenas’, Walker, Brooks y Hurston
surgen como las principales escritoras del periodo». Dudley Randall, por otro lado, incluyó el nombre de Brooks en la sección de «Post-Renaissance» (The Black Poets, Dudley Randall (Editor), Bantam Books, NY, 1985).
¹ Emory Elliot (Ed.), Historia de la literatura norteamericana, Madrid, Cátedra, 2001, p. 726.
–
–
verdad
Y si sale el sol,
¿cómo lo saludaremos?
¿No le temeremos,
no le temeremos
después de una tan larga
sesión en la sombra?
Aunque hayamos llorado por él,
aunque hayamos orado
durante todos los años de la noche,
¿qué pasa si nos despertamos una mañana resplandeciente
y escuchamos el martilleo feroz
de sus firmes nudillos
golpear contra la puerta?
¿No nos estremeceremos?
¿No iremos al refugio,
al querido y denso refugio
de la familiar
bruma propicia?
Dulce, dulce es
dormir en la frescura
de cómodo desconocimiento.
La oscuridad cuelga pesadamente
sobre los ojos.
–
truth
And if sun comes
How shall we greet him?
Shall we not dread him,
Shall we not fear him
After so lengthy a
Session with shade?
Though we have wept for him,
Though we have prayed
All through the night-years—
What if we wake one shimmering morning to
Hear the fierce hammering
Of his firm knuckles
Hard on the door?
Shall we not shudder?—
Shall we not flee
Into the shelter, the dear thick shelter
Of the familiar
Propitious haze?
Sweet is it, sweet is it
To sleep in the coolness
Of snug unawareness.
The dark hangs heavily
Over the eyes.
–
–
–
Extraído de Gwendolyn Brooks, Blacks, Third World Press, 1987 | Traducción de Juan Arabia | Buenos Aires Poetry 2022
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