(De la sección «Vaho de vahos»)
NOS ACOSTUMBRAMOS
a lo aciago
a la crueldad que resuena
en el umbral del mediodía
tendidos
de cara a la niebla
soportamos
la aviesa espera
***
AQUELLO QUE NEGÁBAMOS ERA EL HOGAR
quién podía saberlo
matriz obscura
desagradecida
donde recobrar la culpa
el tajo que enseña a valorar el engaño
***
NADA IMPIDE QUE CESE
el latir sanguíneo de la calle
ningún rito
—humano o infernal—
hará menos cruel el duelo
prevalecerá el mundo
no la saga inútil de mi cautiverio
***
CRUDA HA SIDO LA PALABRA ESCATIMAR
su indisposición a los inicios
así los poemas que no rozan
se leen más lejos sin voz
tupidos por la queja
***
CUÁNTO RUIDO QUEDARÁ
escribo para dejar de pensar
no presumo de una vida anterior
no hago planes para el próximo verano
***
(De la sección «Los días invertebrados»)
LOS DÍAS INVERTEBRADOS
[PRIMER BORRADOR]
«se te va a acabar la casa»
dice el esposo viéndome fotografiar
la casa no tiene fin
respondo
tampoco la enfermedad
empecé a escribir un diario y tomar fotografías
el primer día en cautiverio
sábado 14 de marzo
el día 41
jueves 23 de abril
dejé de contar enfermos
el día 60
martes 12 de mayo
dejé de escribir
hoy
día 90
11 de junio
sigo haciendo temblorosas fotos
la palabra es otra ceguera
la palabra exige sacrificio
si miro es porque afuera no es testimonio
ojear es insistir en fosos y altares
desde que no salgo
hay entrañas en los muros
desde que no salgo
veo otras claridades
«fotografiar es apropiarse de lo fotografiado»
dice Susan Sontag
«fotografiar es conferir importancia»
dice Susan Sontag
adentro es intocable
afuera ficción
digo repito miro
la casa es innumerable
la casa es trampa trauma traza trama
los días débiles
equívocos
combustibles
***
ÁBACO NEGRO
[TERCER BORRADOR]
Conté los enfermos de mi país.
Los muertos.
8 contagiados el primer día,
sábado 14 de marzo.
7 el segundo.
33 el tercero.
77 el noveno.
2 el vigésimo.
6 el trigésimo.
10 el cuadragésimo.
El día 41, jueves 23 de abril,
dejé de contar.
El día 60, martes 12 de mayo,
dejé de escribir.
Han ocurrido otros hartazgos
desde que me desescribo en la fatiga.
Hoy es el día 100.
Lo sé porque llevo un diario
de temblorosas fotografías.
Todos lo demás va quedando a medias,
entre aguas.
La enfermedad no acaba.
Los acerados domingos tampoco.
Desde que no salgo
he cortado siete veces las uñas de mis pies.
Desde que no salgo
bebo más yogur.
Desde que no salgo
una extranjera duerme con mi esposo.
He vuelto a Simone Weil,
que murió de hambre y voluntad.
He vuelto a Samuel Beckett
para entender lo peor.
Hay un rugido en mis clavículas.
Nado de espaldas en el lodo.
Lavo mis ojos con arena.
Tiempo no tengo,
ánimo no tengo,
paciencia no tengo.
Son días invertebrados.
«Hay otros mundos pero están en éste»,
escribió Paul Éluard.
Pienso en el libro de lo salvado.
Antes,
debo comerme los gestos,
defraudarme en la común convalecencia.
Antes,
cabe discurrir cabeza abajo,
con muérdago para los insomnios.
Si juego tetris de madrugada
es por creer que algo encaja,
que hay metas,
recompensas.
Si vuelvo al Rivotril,
es para despejar una orfandad.
Si aún me desvisto
es por contradecir la luz de las injusticias,
el contorno de lo perdido.
(Fuente: prodavinci)
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