Memorias de un amnésico
Fragmentos / Traducción Margarita Martínez
Luego
de una adolescencia bastante corta, me convertí en un hombre
ordinariamente potable, pero no más. En ese momento de mi vida empecé a
pensar y a escribir musicalmente. Sí.
¡Idea enojosa..! ¡Idea muy enojosa!
En
efecto, no tardé en hacer uso de una originalidad (original)
desagradable y que no viene a cuento, antifrancesa, contranatura, etc...
Entonces
la vida fue para mí tan insostenible que resolví retirarme a mis
tierras y pasar mis días en una torre de marfil, o de otro metal
(metálica).
Así
fue como me empezó a gustar la misantropía; cultivé la hipocondría; fui
el más melancólico (de plomo) de los seres humanos. Daba lástima cuando
se me veía, aunque fuera con binoculares de oro comprobado. Sí.
Y
todo esto me ocurrió por falta de Música. Este arte me hace más mal que
bien. Hizo que me peleara con gran cantidad de gente de valía, muy
honorable, más que distinguida, muy «gente bien».
Vayamos a otra cosa, luego volveré sobre esto.
* * *
Personalmente, no soy ni bueno ni malo. Oscilo, puedo decirlo. Tampoco he hecho mal a nadie ni tampoco bien, lo que es más.
Sin
embargo, tengo muchos enemigos, fieles enemigos, naturalmente. ¿Por
qué? Esto se debe a que la mayor parte de la gente no me conoce, o sólo
me conoce de segunda mano, en suma, por rumores (mentiras, más que
mentirosos).
Los
hombres no pueden ser perfectos. No pretendo para nada que lo sean. Son
las primeras víctimas de su inconsciencia y de su falta de
perspicacia... ¡Pobres!
También los compadezco.
Vayamos a otra cosa, luego volveré sobre esto.
en Patafísica: epítomes, recetas, instrumentos y lecciones de aparato / Alfred Jarry
(compilado por Rafael Cippolini), Caja Negra Editora, Buenos Aires, 2016
(Fuente: Descontexto)
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