LECTURA DANTIS
INFIERNO
Cantos Séptimo y Octavo
Fragmentos
*
(ENCUENTRO CON LOS COLÉRICOS EN EL PANTANO Y LLEGADA A LA CIUDAD DE LUCIFER)
(ENCUENTRO CON LOS COLÉRICOS EN EL PANTANO
Y LLEGADA A LA CIUDAD DE LUCIFER)
[VII]
Cruzamos del círculo a la otra orilla
sobre una fuente que bulle y vuelca
en una zanja que de ella se deriva.
El agua era más oscura que apagada;
y en compañía de ondas cenicientas,
bajamos por una senda estrecha.
Hasta una laguna llega, Estigia,
ese triste arroyito, descendiendo
hacia playas grises y malignas.
Y yo, que miraba todo atento,
vi gentes fangosas en el pantano,
desnudas, con el rostro herido.
Se golpeaban no solo con las manos,
también con la cabeza, pies y pecho,
tronchándose con los dientes a pedazos.
“Ahora ves, hijo”, habló el maestro,
“las almas de quienes venció la ira
y también quiero que creas como cierto
"que debajo hay gente que suspira
y en por arriba hace borbotones,
como el ojo te lo dice donde mira.
"Dicen, densos en el limo: 'Tristes fuimos
en el aire dulce que de sol se alegra,
por llevar dentro acidioso humo:
'ahora entristecemos en el agua negra.'
Este himno gorgotea la garganta,
que no pueden decirlo con palabra entera."*
(...)
[VIII]
Cuerda no arrojó nunca su saeta
que por el aire corriera tan ligera
como yo vi una nave pequeñita
venir hacia nosotros por el agua negra,
bajo el gobierno de un galeoto
que gritaba: "¡Llegaste, alma perversa!"
"Flegias, Flegias, gritas en vano",
dijo mi señor, "no nos detendrás
esta vez, sino pasando el lodo."
Como el que un gran engaño escucha
que se le hizo, y por tal se apena,
tal hizo Flegias, con la ira dominada.
Mi duca descendió a la barca,
y luego me hizo entrar detrás de él:
y solo cuando entré pareció cargada. **
Apenas con el duca estuve en el leño,
se encaminó segando la antigua proa
el agua, más de lo que suele con los otros.
Mientras recorríamos la muerta acequia,
ante nosotros se alzó uno lleno de barro
y dijo: "¿Por qué llegas antes de tu hora?"
Y yo a él: "Si yo llego, no me quedo;
¿mas quién eres tú, y quién te hizo feo?"
"Ves que soy uno que llora", contestó.
Y yo a él: "Con tu llanto y con tu luto,
quédate allí, espíritu maldito,
que te conozco, aún lleno de lodo."
Entonces tendió la mano a nosotros;
pero el maestro prudente lo empujó,
diciendo: "¡Vuelve con los otros perros!"
Me ciñó entonces el cuello con los brazos,
me besó el rostro y dijo: "¡Alma desdeñosa,
bendita aquella que encinta te llevó!
"Este fue en el mundo persona orgullosa;
bondad no hay que adorne su memoria:
por eso aquí colérica es su sombra.
"¡Cuántos se tienen por grandes reyes arriba,
y aquí estarán como puercos en el barro,
dejando tras de sí horrible infamia!"
(...)
Poco después vimos el tormento
que de él hicieron las fangosas gentes,
y a Dios por eso alabo y agradezco.
Todos gritaban: "¡A Filipo Argenti!"; ***
y el florentino, espíritu colérico,
contra sí mismo se volvía con los dientes.
Allí lo dejamos, más de él no narro:
pero en los oídos me golpeó un lamento,
por lo que miré adelante fijamente.
"Ahora, hijo”, comenzó el maestro,
se acerca la ciudad llamada Dite,
con gran turba, con habitantes graves.”
Dante Alighieri, Divina Comedia, Lom, Santiago de Chile, 2018
Traducc. Jorge Aulicino
* Así como ha entendido las palabras sin sentido de Pluto en el comienzo de este canto, Virgilio traduce el habla ininteligible de los coléricos, sumergidos en el agua fangosa.
** Esto sucede porque Dante es el único ser vivo que tripula la barca.
*** Un poderoso de Florencia, famoso por su cólera brutal.
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Notas aparte:
Empecé a ver la Comedia como un ingenioso dispositivo hace muchos años,
pero recién al traducirla me di cuenta de que Dante describe en el Infierno
una ciudad. Esto, tan elemental, expresamente dicho en el libro cuando entra
Dante con Virgilio a “la ciudad de Dite” (Dite era uno de los nombres de
Lucifer y uno de los modos de llamar a Plutón) no era tan claro para mí. El
Infierno tiene una estructura urbana, con compartimentos que podríamos
llamar barrios, edificios tomados, callejones, puentes y lugares comparables a
plazas. Eso viene del carácter urbano del cristianismo, claro. Desde Cristo, el
centro de la muerte y la expectativa de una nueva vida es una ciudad, Jerusalén.
Es por eso, creo yo, que Dante pone al Purgatorio en las antípodas de Jerusalén
y al Infierno en el centro del planeta.
(...)
Hay tres [fronteras], si se descuenta el Aqueronte, que en rigor es el río que
limita el Infierno con la vida. La primera frontera que atraviesan los poetas
es la de los muros de la Ciudad de Dite
(...)
En el canto octavo hemos empezado a comprender que la visión del
Infierno es urbana:
“Ahora, hijo”, comenzó el maestro,
se acerca la ciudad llamada Dite,
con gran turba, con habitantes graves.”
Y yo: “Maestro, sus mezquitas
allá en el valle ciertamente veo,
rojas, como si salidas fueran
del fuego” ...
Frente a las murallas de “la ciudad llamada Dite”, Virgilio y Dante tendrán
asimismo su primera visión de los demonios: éstos acuden en banda a la
cima de las murallas cuando ellos intentan entrar. Y no logra disuadirlos
el maestro. Deberá venir un fastidiado enviado del Cielo, apartando el
aire fétido de su nariz con movimientos de mano, para que los diablos
permitan la entrada a los visitantes.
Jorge Aulicino, "El amor que no perdona", Seré Breve, Buenos Aires, 2022
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VII
Noi ricidemmo il cerchio a l’altra riva 100
sovr’una fonte che bolle e riversa
per un fossato che da lei deriva.
L’acqua era buia assai più che persa;
e noi, in compagnia de l’onde bige,
intrammo giù per una via diversa.
In la palude va c’ ha nome Stige
questo tristo ruscel, quand’è disceso
al piè de le maligne piagge grige.
E io, che di mirare stava inteso,
vidi genti fangose in quel pantano,
ignude tutte, con sembiante offeso.
Queste si percotean non pur con mano,
ma con la testa e col petto e coi piedi,
troncandosi co’ denti a brano a brano.
Lo buon maestro disse: "Figlio, or vedi
l’anime di color cui vinse l’ira;
e anche vo’ che tu per certo credi
che sotto l’acqua è gente che sospira,
e fanno pullular quest’acqua al summo,
come l’occhio ti dice, u’ che s’aggira.
Fitti nel limo dicon: "Tristi fummo
ne l'aere dolce che dal sol s'allegra,
portando dentro accidïoso fummo:
or ci attristiam ne la belletta negra".
Quest’inno si gorgoglian ne la strozza,
ché dir nol posson con parola integra".
VIII
Corda non pinse mai da sé saetta 13
che sì corresse via per l’aere snella,
com’io vidi una nave piccioletta
venir per l’acqua verso noi in quella,
sotto ’l governo d’un sol galeoto,
che gridava: "Or se' giunta, anima fella!".
"Flegïàs, Flegïàs, tu gridi a vòto",
disse lo mio segnore, "a questa volta:
più non ci avrai che sol passando il loto".
Qual è colui che grande inganno ascolta
che li sia fatto, e poi se ne rammarca,
fecesi Flegïàs ne l’ira accolta.
Lo duca mio discese ne la barca,
e poi mi fece intrare appresso lui;
e sol quand’io fui dentro parve carca.
Tosto che ’l duca e io nel legno fui,
segando se ne va l’antica prora
de l’acqua più che non suol con altrui.
Mentre noi corravam la morta gora,
dinanzi mi si fece un pien di fango,
e disse: "Chi se’ tu che vieni anzi ora?".
E io a lui: "S’i’ vegno, non rimango;
ma tu chi se’, che sì se’ fatto brutto?".
Rispuose: "Vedi che son un che piango".
E io a lui: "Con piangere e con lutto,
spirito maladetto, ti rimani;
ch’i’ ti conosco, ancor sie lordo tutto".
Allor distese al legno ambo le mani;
per che ’l maestro accorto lo sospinse,
dicendo: "Via costà con li altri cani!".
Lo collo poi con le braccia mi cinse;
basciommi ’l volto e disse: "Alma sdegnosa,
benedetta colei che ’n te s’incinse!
Quei fu al mondo persona orgogliosa;
bontà non è che sua memoria fregi:
così s’è l’ombra sua qui furïosa.
Quanti si tegnon or là sù gran regi
che qui staranno come porci in brago,
di sé lasciando orribili dispregi!".
(...)
Dopo ciò poco vid’io quello strazio 58
far di costui a le fangose genti,
che Dio ancor ne lodo e ne ringrazio.
Tutti gridavano: "A Filippo Argenti!";
e ’l fiorentino spirito bizzarro
in sé medesmo si volvea co’ denti.
Quivi il lasciammo, che più non ne narro;
ma ne l’orecchie mi percosse un duolo,
per ch’io avante l’occhio intento sbarro.
Lo buon maestro disse: "Omai, figliuolo,
s’appressa la città c’ ha nome Dite,
coi gravi cittadin, col grande stuolo".
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Ilustración: Los coléricos por William Blake, siglo XIX
(Fuente: Jorge Aulicino)
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