Erandio
«Caminito de Erandio carbón y pena madre…»
Imanol Larzabal
La fábrica respira.
El ventanal insiste en ver la fábrica,
mirar como respira y observar
el pesado aroma de la ría.
Su neblina retrata
una especie de lienzo de van Gogh
en que traza hornos de su ribera izquierda,
al humito amarillo que vuela
calcinando nylon
y ropita colgada,
la estela que abandona el gasolino
y al viejo marinero que pilota
su travesía eterna:
“caminito de Erandio”
hasta el Alto Horno en Baracaldo.
Madrugadas de invierno,
decenas de paraguas goteantes
sostenidos por brazos proletarios
bajo aguadutxus o aguaceros
en el cajón del bote
que atraviesa la ría. Día a día.
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No tuvimos lugar para quejarnos.
Muy atrás desterramos
tardes grises de cara al sol
brazo en alto y saludo a las banderas.
Tristes mañanas de rosarios
y domingos en misa de nueve.
A todos nos tocó ser,
estar en todo. En todo.
Bomberos y pirómanos,
luchadores modélicos,
pacientes agresivos.
Fuimos punta de lanza
con carreras de miedo
ante la guardia gris.
Militantes. Sin serlo.
Organizamos células y abrigos,
buscamos conocimientos,
leímos a Karl Marx
con Marta desde Chile
y algunas emociones
que aprendimos de antiguos militantes.
Vinieron clandestinos
desde exilios y cárceles,
donaron sus historias,
su sensibilidad,
su luz de Libertad.
Nunca los volvimos a ver
En Abrazo partido
Amargord Ediciones
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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