Marcha fúnebre de una marionnette
Suena trompa del infante con aguda melodía…
La farándula ha llegado de la reina Fantasía;
y en las luces otoñales se levanta plañidera
la carroza delantera.
Pasan luego, a la sordina, peregrinos y lacayos
y con sus caparazones los acéfalos caballos;
va en azul melancolía
la muñeca. ¡No hagáis ruido!;
se diría, se diría
que la pobre se ha dormido.
Vienen túmidos y erguidos palaciegos borgoñones
y los siguen arlequines con estrechos pantalones.
Ya monótona en litera
va la reina de madera;
y Paquita siente anhelo de reír y de bailar;
flotó breve la cadencia de la murria y la añoranza;
suena el pífano campestre con los aires de la danza.
¡Pobre, pobre marionnette que la van a sepultar!
Con silente poesía
va un grotesco Rey de Hungría
y lo siguen los alanos;
así toda la jauría
con los viejos cortesanos.
Y en tristor a la distancia
vuelan goces de la infancia,
los amores incipientes, los que nunca han de durar.
¡Pobrecita la muñeca que la van a sepultar!
Melancólico un zorcico se prolonga en la mañana,
la penumbra se difunde por el monte y la llanura,
marionnette deliciosa va a llegar a la temprana
sepultura.
En la trocha aúlla el lobo
cuando gime el melodioso paro bobo.
Tembló el cuerno de la infancia con aguda melodía
y la dicha tempranera a la tumba llega ahora
con funesta poesía
y Paquita danza y llora.
La comparsa
Allí van sobre el hielo las figurantas
sepultando en la bruma su paranieve,
y el automóvil rueda con finas llantas,
y los ojos se exponen al viento aleve.
Allí están con la risa multicolora
cascabeles felices de la locura,
y al poniente fluctúa luz incolora,
y los méganos ciñe la nieve obscura.
Así pasan los bellos, claros semblantes
a la luna del alma, la luna muerta;
las que vimos festivas formas galantes
se pierden en las luces del alba incierta.
La amarilla corneja llora en la nieve
y en un sueño fenece su grito alado;
hoy seguir la comparsa nadie se atreve;
porque aquella alegría no ha regresado
La Tarda
Despunta por la rambla amarillenta,
donde el puma se acobarda;
viene de lágrimas exenta
la Tarda.
Ella, del esqueleto madre,
el puente baja, inescuchada;
y antes que el rondín ladre
a la alborada,
lanza ronca carcajada.
Y con sus epitalamios rojos,
con sus vacíos ojos
y su extraña belleza
pasa sin ver, por la senda bravía,
sin ver que hoy me muero de tristeza
y de monotonía.
Va a la ciudad que duerme parda,
por la muerta avenida,
y sin ver el dolor distraída
la Tarda
En "Simbólicas", 1911, Obra poética. Motivos, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2005
Otra Iglesia Es Imposible - Historia Peruana - Altazor - Los Poetas - A Media Voz - Poetas Siglo XXI - Letralia - El Hablador - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
(Fuente: Campo de maniobras)
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