lunes, 14 de octubre de 2024

Marcelo Díaz (Villa Mercedes, San Luis, 1981)

 

Ciénaga

                                             a. N
 
 
“Fue un accidente; se quedó sin aire
y, como un corazón, cayó en el río.”
Margaret Atwood.
 
Escribo como si ya no estuviera
igual a veces una llamarada
puede electrificar mi voz:
“éste sería el rayo,
la esperanza venida a tierra
convertida en un polvillo luminoso
donde duermen los pensamientos”
Vas a venir a verme así
o para cuando vuelvas yo estaría brillando
alrededor de la sombra transfigurada
más adelante en la canción de un pájaro invisible
o mejor en una nube llorando la tristeza de los días.
¿Por eso escribo? ¿Por eso?
¿Entonces ya no volverá a llover?
Digo, ya, la lluvia, ardiendo
en mi mente, y así. ¿Para qué volviste entonces?
¿Me contarás la canción?
Otra vez: somos veloces en la soledad.
.
Y yo no llego. ¿Igual me vas alcanzar?
¿Me vas a esperar?
¿Sucio de luz, ardido en llamas, flameando
escribiendo tu nombre en el vacío,
una gota de lluvia para cada una de tus vocales
y tu nombre lloviendo y yo así?
.
Por qué vas a creerle a la velocidad
por qué voy a creerle a la lentitud
cuánto faltaría para que vuelvas.
Nunca comprendí la distancia la melodía de los pájaros
¿Estamos cayendo? ¿Quién sujeta a quién?
¿Vos cayendo? ¿Yo cayendo?
¿Y aún así huérfanos de todo vacío avanzamos?
¿Y si en una de esas en plena caída tu mano y mi mano
dibujan un anillo alumbrando
la ciénaga hasta desaparecer?
.
Digo: el último destello. Ahora, ya.
¿Ves el resplandor?

 

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