UN POEMA DE MADELEINE Y LAS OTRAS
Le gusta atravesar
la cerradura,
girar en su meñique
los rizos que en lo oscuro
quedan al descubierto.
Acariciar las lupas,
las mirillas,
las lentes,
acercar sus oídos
al cuello de los hombres
y de los pájaros.
Dice que puede oír
todo lo que respira
pero no me distingue
en la esquina amarilla
de Saint-Germain.
Le excita ese sonido
que hacen al caer
sus zapatos brillantes,
la venda de los párpados
bajo el ruido potente
de las campanas.
Dice,
también,
impúdica,
que se alborota
cuando huele en profundo
mi indómita manada,
mi sexo
como un diente
mordiendo sus iglesias,
avestruz,
perro,
fiera,
leopardo insaciable,
sorbiendo los excesos
del íntimo cabello.
Flecha abriendo las plumas
de lo indomable,
la piel que con la piel
se nos despega,
cuando cae la noche
sobre su propio peso.
Carmen Aliaga
Madeleine y las otras
Olifante
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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