domingo, 20 de junio de 2021

Polina Barskova (Leningrado, URSS, 1976)

 

 

Conjunción Y



Nos reunimos el domingo; no, no exactamente
Nos hemos visto antes aunque no estoy muy segura:
Bebiste café con un popote, pero fue más como
Una pobre ave pasajera mirando a cualquiera.
Y me tomaste de la mano, de la mano me tomaste de la mano.
Y el árbol de rojas bayas, y la montaña, y la montaña
Y yo me divertía y escuchaba y el Señor todo lo mandaba a la mierda
El árbol de rojas bayas, y la corteza y la corteza
Y nos tuvimos el uno al otro sin detenernos como animales en su madriguera
Y si como cada criatura después del acto nos ponemos tristes, entonces no somos
cualquier bestia.
Y nosotros carecemos de toda clase de basura y nosotros esparcimos la basura
Y tú me frotabas la piel con semillas de perlas. Pero ahora ya es enero,
Y tenemos aquí, me disculpo, magnolias que devoran insectos con sus lenguas
Rosadas sobre el fondo gris que queda y cada vez que sucede
Más allá de estas maravillas, recuerdo el aroma de tu mano
Arrancada de mí, arrancada de ti.

~
 

Moscú



Esfuerzos inútiles, edificios de estado,
Conversaciones maliciosas, intermitentes…
Así, poco a poco, llega el invierno,
La oscuridad  cae como pesada cortina,
Amorfa, como la vida misma.
Aquí hay una extraña felicidad: todo se desgasta hasta los agujeros,
Todo se pierde. Todo permanece bajo el cielo,
Como en una pradera, como en una luz mística,
Incluso los traseros de la gente han abandonado el retrete.
Y así, ahora la tranquilidad fluye,
El diálogo no tendrá fin
Con aquel  que no ha de permitir la muerte
Y que tentativamente lleva el nombre de dios.

~
 
 

Maternidad e infancia

Reflexión en Praga. Cerca de la tumba de Elena Nabokov




No muy lejos del lugar donde descansa, el doctor Kafka
Allí donde los souvenirs y los turistas se aglomeraron
Está el vacío. La hierba cubre los puestos
Esperaré y después me iré
A la izquierda, a la derecha, justo enfrente
Una cruz desgastada, una gata melancólica, un pozo,
Un sargento del tipo de Averchenko, y cerca de él: la madre.
Nuestra madre amada.
Sus pensamientos son ocurrentes, siempre ocultos
Esa es su verdad, tan parecida a la podredumbre.
La madre descansa aquí, a las orillas de Praga. Sola y pobre
Su tumba está sucia y descuidada
Un perro callejero se rasca sobre ella
A lo lejos se escucha el murmullo enigmático de Praga.
A las afueras, bajo las ramas húmedas de los pinos
Esta oscuridad, este silencio
Se me ocurre que Dafnis y Cloe
Podrían entregarse libres a sus placeres
La hierba huele a óxido y a resina
A las afueras de Praga yace su madre
Ella solía bañarlo en una tina y le cantaba
Mientras él la veía alta como una torre
Ahora la oscuridad se la ha llevado, ha elevado su cuerpo
           en un vuelo
Era inmensa, y él fue sólo una parte de ella, apenas un
fragmento, un pedacito
Un pedacito, un fragmento, una parte de ella entre sus manos
Manaba de ellas calor y hogar
Largo tiempo, el perfume de su madre recordaba
El olor del hogar
Su transparencia, sus dudas, sus rumores
Pasó como siempre. Al final del amor
Quedaron sólo los escombros.
Murió sola. Él no pudo llegar a acompañarla
Se quedó ahí sentado; a la mesa con los lentes puestos.
Una gata, en su tristeza, hurga y remueve los restos de un pájaro
Su ojo inexpresivo lo mira a la cara
Le dice que en Praga falleció su madre.
El yace desnudo en el vacío
Ella, en su altura de torre, sonríe
Su cuerpo de perla, de estrella, su cuerpo de nieve
Se consume si digo la palabra extraño, se consume si digo
          la palabra miedo.

***

 


Versiones de Indira Díaz Hernández
Círculo de Poesía
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

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