miércoles, 3 de febrero de 2021

Ana Pérez Cañamares (Tenerife, España, 1968)

 

 

Ejercicio de humildad:

 

Sube a la montaña.

Intenta describir

todo lo que ves.

A cada cambio de luz

vuelve a empezar.

 

Ríndete.

 

 

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Como el sol y la escarcha se alían

 

para capturar la tela de araña

recortada sobre el mural del cielo:

de igual modo la vida me retiene.

 

Soy la culpable red de la que huyo.

Soy la presa inocente de mis presas.

Soy la luz, el veneno y el temblor.

 

 

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Comprendimos muy tarde que el clima es un ser vivo

 

y no líneas y cifras sobre un mapa.

Que la abeja era un ser complejo y caro

y en sus alas bailaba nuestra suerte.

 

Amamos la inmortalidad más que a la vida

y conseguimos dejar un legado

una firma indeleble, una herencia.

Nos tendrá en su memoria todo inocente

o animal que tachamos de la lista.

 

En un pasado puro reside el misterio:

cómo era ser Emily Dickinson

cantar al árbol son ser su verdugo

guardar el apocalipsis en un libro.

Dejar intacto el mundo detrás.

 

 

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Una mujer camina sobre la nieve

 

con la voluntad de un sirope de sangre

afilada como la hoz de una interrogación.

Se celebra el aniversario de los montes

y ella busca a los árboles cubiertos de encaje

los ramos de flores listos para cada mano

las guirnaldas para los supervivientes.

 

En el banquete quiere ser la niña traviesa

la abuela dormida y el regalo misterioso.

Quiere alisar rasos, aflojar corbatas

inflar globos, estirar manteles

disponer el musgo en los cuernos del alce.

Quiere ser la tarta y la tirita

bailar con el río y con la amapola

enmendar los miembros rotos con metáforas.

 

Pero sus ojos barren el paisaje

y solo encuentra un silencio de entierro.

Puso a enfriar el champán en los neveros.

Cocinó con coágulos de moras.

Escribió poemas de alegría y triunfo.

No vino a atestiguar ningún vacío

y ahora su discurso será elegía

y duda entre el silencio y la palabra.

Porque hablar demasiado tarde

es otra manera de matar la inocencia

es otra manera de hacerse cómplice.

 

 

 

En:  La senda del cimarrón

 

ya lo dijo casimiro parker

 

(Fuente: Papeles de Pablo Müller)

 

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