Reencuentro
Estás igualita, me dice
Los años no han pasado por ti, le miento.
Me casé, tengo dos hijos, decimos las dos a la vez.
Me va bien, sí muy bien.
Tenemos que vernos más seguido.
Sí tenemos.
¿De qué hablábamos antes?, me pregunto.
¿De qué, cuando no teníamos, hijos, marido, ni empleada?
cuando no era necesario encubrir ni adornar
una máscara bien puesta, casi cara.
Hablábamos, entonces, del futuro
cada una soñaba lo que ahora no es
o lo que ahora es, pero distinto
casarse, tener hijos
irse de la casa que parecía una cárcel
decirle adiós para siempre a las monjas
una vida de postal, sin ropa sucia
ni platos que lavar
esas cosas no se sueñan en los sueños.
Hacemos entre tantas máscaras sonrientes
el primer brindis
el segundo y el tercero
alguien ha traído las fotos de entonces
leemos los autógrafos
reímos de lo mismo de siempre, los profesores
que entonces eran más jóvenes de lo que somos
vuelven a parecernos viejos aburridos. Ellas,
solteronas histéricas, viejas amargadas
recordamos los grandes amores
que no acabaron en matrimonio
soltera, casada, viuda, divorciada, monja
sin hijos, con hijos, uno, dos, tres
cumplido ya el anuncio del juego de la soga
nos asombra la relación de compañeras muertas
las recordamos, nos entristecemos
bebemos, fumamos
contamos nuestras miserias, somos amigas
de una tarde
comparamos el tamaño de los penes de nuestros maridos
su habilidad o torpeza en la cama
los amantes.
No hay madre Giusseppina espiando detrás de la puerta
papá que nos mande a dormir, ni exámenes pendientes.
Días marcados por los timbres entre el recreo y la clase
nos recuerdan ahora la felicidad. Estaba ahí
y no lo sabíamos.
Como no podíamos saber que veinte años después
estamos soñando al revés
y lo daríamos todo por empezar de nuevo
cuando las cartas no habían sido todavía echadas.
~
A veces ocurre
te despiertas a medianoche
enciendes la luz y la luz no se enciende
caminas a oscuras, adivinando.
O te quedas pensando
tratando de olvidar que tienes sed.
O frío
tanto, tanto frío
sabes que necesitas una frazada pero no te levantas
prefieres no levantarte
esperas que venga el sueño. Esperas, esperas.
El sueño tarda pero termina por llegar.
Y al día siguiente
sin saber por qué
aprietas el interruptor
y el foco se enciende
recuerdas el frío y ves una frazada, estaba a la mano
ahí, a un paso.
Puede ser que te preguntes
¿qué me habrá pasado?
o no te preguntes nada porque ya es de día;
dices: ya pasó la noche y no quiero pensar
pudo haber sido un sueño.
Y te lo echas a la espalda, como todos los sueños.
***
(Fuente: La comparecencia infinita)
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