domingo, 21 de febrero de 2021

Francisco Múñoz Soler (España, 1957)

 

 

UNA IMPLOSIÓN, y mis mundos sutiles

cayeron como destellos unos sobre otros

en toda su plenitud, acumulando escenarios

en el fondo de la no vida,

construyendo elementos diversos

propios de un caos organizado,

exponencialmente se unían al arbitrio

de secuencias modificadas en alientos,

en su unidad imperfecta, sus sutilezas

forjaban una aleación de fortaleza,

no serían gritos en el vacío.

 


NO SER un grito

en el vacío

que engulla los deseos,

merecer el placer

que ansia el alma,

dotarla de dignidad

y esencia de belleza,

sin lamentos en el esfuerzo

en el camino

está la recompensa.



NO SER un grito

de estética huera

ausente de alma,

fortalecer las palabras

con contemplación,

significado y estudio

para no temer

el desahogo emotivo,

entregarse con honestidad

y cuidado en todo tiempo

a la palabra precisa

provista de humildad

y espíritu.


¡TANTA VIDA! ¡Tanta vida!

alborada, la mar, sueños

que sanan ríos tóxicos,

 

luz primigenia, el alma

desde la raíz creadora

se enfrenta al mundo

 

como un alborear difuso

pendido de su cuerpo,

¡Tanta vida!, roja sin oxígeno

 

rumor de agujas en las alas,

lo íntimo, las palabras, la mar

en su cresta, el espíritu.




NACER sin pecado

es el signo

impregnado del don

más necesario,

la dignidad;

para manipular

mantras de poder

acercarán el ascua

a su sardina;

no se puede

alcanzar paraísos

si no se es digno.



SÚBITO, un parpadeo,

un destello, un incendio

acuoso sin oxígeno,

 

invadido de células

pantagruélicas de vida,

abismo sin freno,

 

la voz, el espíritu

en su creencia

de plenitud sin horas

 

en búsqueda de espacios

innombrados pero ciertos,

de palabras precisas,

 

de conceptos nuevos,

de un tiempo audaz

exponencialmente moderno.

 

¡Cuánta vida por descubrir!

¡Cuántos proyectos! ¡Cuánta hermosura!

Para pioneros del encuentro,

de un vértigo renovador

en tecnologías y pensamientos,

¡Cuánto futuro!,

de quimeras inteligencias,

y en los cauces venosos

menguada vida fluye,

 

en la inquietud

del hombre homérico

de Itacas, de esos tiempos.

 

 

(Fuente: Bitácora del Párvulo)




 

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