LA GENIAL PIANISTA SORDA
LA GENIAL PIANISTA SORDA
La genial pianista sorda no distinguía la izquierda de la derecha.
Para no confundirse, para evitar extraviarse en la ejecución, llevaba siempre un brazalete en la muñeca izquierda. Un brazalete de esmeraldas engarzadas en oro.
Bastaba que alguien, por error o alevosía, le colocase el brazalete en la muñeca derecha para que ella tocara toda la partitura en espejo,
creando los más rutilantes estallidos de tonos graves
y un sutil apoyo armónico y rítmico de notas aguditas.
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DE LO SUBLIME MATEMÁTICO
DE LO SUBLIME MATEMÁTICO
Pienso en esa escena del Viejo y el mar
En pleno mar el viejo ve hundirse su presa descomunal,
cientos de metros para abajo,
en cámara lenta,
hasta que la imagen del pez
se termina diluyendo en el azul
oscurísimo indefinible
de las profundidades
Pienso en tener doce años
y llegar caminando de Afganistán hasta Suecia
y que te manden de vuelta
Pienso en el arroyo Antequera,
cuando de pronto desemboca
en la inquietante indiferencia
del Paraná de las Palmas,
Pienso en la esquina de San Martín y Maipú.
Ambas adoquinadas aún.
A rayo de sol de mediodía de verano
los adoquines bruñidos encandilan
“Nunca cruces solo la avenida Maipú”
me decía mi mamá.
Pienso en los niños que nacieron
del otro lado de Maipú
y que tampoco los dejan
cruzar
solos.
(Fuente: Meta poesía)
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