EN LA JAULA
Al fondo de la calle hay un sitio donde dan café
y el camarero te llama por tu nombre.
Los perros entran y salen cuando quieren
bastante más erguidos
que muchas personas.
Las revistas se amontonan en un cesto,
las ojeo,
cobrar por periodista y ejercer de intoxicador,
un negocio.
Constato como siguen los jueces trabajando
para aquellos de los que, en teoría, la justicia
debería defendernos,
y como al fútbol se le sigue llamando deporte
y ocupa lo mismo que el total de las noticias del día,
aunque mucho mejor explicado.
Trato de animarme con el crecimiento global de la economía,
aunque la economía y mi cartera rara vez coinciden en algo.
Pasan críos para la escuela
diciéndole al más valiente
––Pega en esa puerta que ahí vive el bóxer.
Un pensionista muy estropeado,
de unas casas más abajo,
le dice a otro que el que no sirve,
a coger fresas,
que él hizo tres puentes.
Otros se apoyan contra el sol,
fuman, beben mosto, hacen chistes verdes
y se cogen el culo después de ver pasar las quinceañeras.
Aquí dentro me siento bien,
otro entretenido que así no da problemas.
Los envidio como a mi perro,
panza arriba,
viéndolas venir,
porque todo lo que vino a hacer a este mundo
ya está hecho.
La vecina de enfrente sale a barrer la puerta
y quitar el polvo,
finalmente, algo útil a mi alrededor.
En Esperar sentado. Ed. Ruleta rusa, 2017
(Fuente: Voces del extremo)
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