viernes, 22 de enero de 2021

Julia Uceda (Sevilla, España 1925)

 

A Edith Piaf

 

Te han condenado.

Una oración,

como limosna insuficiente,

ha caído

sobre la tapa de tu féretro.

Te han condenado, Edith,

por no querer ser

la excepción que confirma

la regla. Porque

querías,

tú, gorrión

de la calle, ser

la regla. Porque

intentabas salirte de la calle.

Te han condenado como

si Dios no fuese amor. El dedo

ejemplar

-una uña sucia, como

si lo viera- se alzó

sobre tu frente

y mostró al mundo

que sólo esa limosna- por sí acaso...-

merecías.

 

De nuevo a la intemperie.

Esta vez " a la calle"

te han dicho.

A la calle amarilla

de los muertos, sin Senas,

sin flores, sin guitarras.

 

Pero tú, Edith, sonreirás.

Tuviste ya tu infierno

al borde de la cuna: sabes

lo que un niño criado con alcohol.

Edith, mystère Piaf, rezabas

no al morir, al cantar;

y sin saber por qué,

por quién acaso. Ahora

es cuando cantas en la inmensa calle

de Dios, alegremente,

Edith, mystére Piaf.

 

 

(Fuente: La parada pética)

 

 

 

 

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