Nuestro primer paisaje fue el monte
aunque por ese entonces no lo llamábamos así.
Paisajes eran otras cosas
postales coloridas, paseos de gente feliz.
Si tuviera que dibujar al monte
empezaría contando por su boca
diría:
la boca del monte
tiene dientes
como espinas,
se alimenta de pedazos de piel
gotas de sangre
escozor.
No diría: alguien pasea por el monte.
Diría:
alguien es alcanzado por el hambre.
Va la siesta suspirando aliento sobre las hojas
engordando la fronda,
migran los cuerpos hasta el río
nacen niños como orillas
alimento para peces
carnadas.
Las madres eventran a la sombra
un tejido flojo macera sus alumbramientos
allí traman sus venganzas,
hacen tajos a la sandía.
Pero un pueblo es también un lecho de costumbre
una forma de arrastrar los pies
de hacer la conversación, la música.
Un gobierno del agobio.
En La boca del monte
(Fuente: Emma Gunst)
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