viernes, 16 de septiembre de 2022

Merche Llop (Zaragoza, España, 1957)

 

 

6 poemas

 



 

INCENDIO

 

                            La primera gota de lluvia asesinó al verano.

                                                                           Odyseus Elitys

 

 

Salió del infierno y quiso

contemplar su reino más allá de las calderas.

Con los ojos en el cielo

esperamos el milagro

convocado por la oración y la esperanza.

 

Contaremos a los hijos que nazcan que aquí hubo un río, una fuente, un primer beso. Nada ha ocurrido, todo ha sido un mal sueño, pensarán. Como niños, jugaremos sobre las cenizas. Los viejos morirán como huyen los animales salvajes del fuego.

El monte arde.

El pueblo arde.

Salió del infierno, más su reino

no será por siempre de este mundo.

 

El paisaje permanecerá en la memoria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TELEDIARIO

 

Cuerpos inertes

desde almohadas de privilegio

observan a una madre huérfana de hijo

que relata cómo lo han asesinado.

 

Un árbol de Navidad con rubíes,

una mesa rodeada de sonrisas y perfumes.

 

Detenciones,

torturas,

operaciones en improvisados hospitales.

Niñas y niños exterminados por armas inteligentes,

madres que buscan a sus hijos

bajo los escombros.

 

Deseaste que sus cadáveres

se desplomaran en las cenas de esas casas

para abrir sus conciencias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CONCIENCIA

 

Vivía en una casa pequeña

cuando empecé  a guardar recuerdos:

recuerdos de niña.

recuerdos de joven, de novia, de madre.

De inicios y duelos.

 

Guardé los recuerdos en cajas de colores

para llevarlos conmigo.

Cambié de casa, una, dos y tres veces.

Los alimentaba y crecían, crecían.

 

Una noche de tormenta

dejé las ventanas abiertas y la radio puesta.

Entró un remolino y se llevó todas las cajas.

 

Recogí del suelo un rosario de nácar y una muñeca rota

mientras un periodista contaba

que habían asesinado a dos activistas

en la Amazonía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NO TE TIEMBLO, MUERTE

 

Si temiera tu guadaña

no andaría pecho afuera en primera fila,

ni viajaría en cayuco o en patera;

no cruzaría ríos ni fronteras.

 

No me asustas, Muerte,

porque no eres cómplice del gemido

de ese niño entre otros cuerpos y llantos.

No me asustas, Muerte,

porque no eres vampira en el pubis de las niñas

o en el cuello de sus madres.

 

Tú que has sido flecha, espada, lanza,

vives ahora enjaulada más allá de tu destino.

Te percibo sometida

a esta vorágine que sofoca el respeto que mereces

cuando llegas silenciosa a liberar de sus cargas

a quienes cansados decidieron irse.

 

Hoy te veo solidaria, compañera,

forzada a presenciar esa tortura,

a llegar tarde, demasiado tarde,

para enterrar las migajas de los cuerpos machacados.

 

Eres esta muerte a quien no temo,

pero sólo a esa.                                                                            

Por eso grito pecho afuera

en primera fila

con el puño levantado y la boca más abierta.

 

 

 

 

SUMISIÓN

 
 

Mi alma quedó en el armario

dentro del vestido blanco.

Mamá lloró en la ceremonia.

¿Por qué no estalló aquel avión?

 

Morir cada día

no es la manera más digna

de irse definitivamente.

Soy un cuerpo objeto sometido.

Silenciada.

 

Un dolor tirano se expande en mi cuerpo.

Me arrebata.

Cuando el cerebro se rinda,

no recordaré.

Será como estar muerta.

 

Siento su aliento de vodka

en mi cuerpo aplastado,

el temblor antes del primer golpe.

Deseo huir.

¿Mamá, dónde estás?

Vuelven las náuseas.

Fluye en mi vientre alquitrán de espanto.

 

 

 

 

 

POEMA RURAL

 

No cantó el gallo esta madrugada.

Pinta mal el día.

Entró un zorro en el gallinero,

huyeron los perros y tú dormías.

 

Ahogado un pato en el cubo vacío

su ojo reclama, caliente todavía,

cuando lo miras.

Despunta el día.

 

Cruza un ganado de mil ovejas por el camino

y tienes prisa.

Merodea un buitre sobre tu caballo

entre la niebla.

Pinta mal el día.

 

Se oye una sirena por la carretera.

Baja seco el pantano,

sube el precio de la gasolina,

elecciones en Honduras.

 

A lo lejos

vislumbras la tormenta

que se acerca.

 

¿Qué te empuja?

No lo sabes pero continúas.




Merche Llop. En: Voces del Extremo: poesía y alegría. Ed. La Vorágine, 2022

Fotografía de Carlos Pérez Siquier.  


(Fuente: Voces del extremo)

 

 

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