Miércoles de ceniza
I Porque no abrigo esperanzas de volver otra vez porque no abrigo esperanzas porque no abrigo esperanzas de volver Deseoso del don de éste y de la visión de aquél Ya no me esfuerzo más por esforzarme por cosas semejantes (¿Por qué debiera desplegar las alas el águila ya vieja?) ¿Por qué debiera lamentarme yo Por el poder perdido del reino acostumbrado? Porque no espero conocer jamás La endeble gloria de la hora positiva, Porque pienso que no Porque conozco que no he de conocer El único real de los poderes transitorios Porque no he de beber Allí, donde los árboles florecen, y los manantiales fluyen, pues –de nuevo– no hay nada Porque yo sé que el tiempo es siempre tiempo Y que el espacio es siempre sólo espacio Y que es actual lo actual sólo en un tiempo Y sólo en un espacio Me alegra que las cosas sean tal como son y Renuncio al rostro bienaventurado Y renuncio a la voz Porque no he de esperar ya retornar jamás Me alegro en consecuencia, al tener que construir algo De qué alegrarme. Y ruego a Dios se apiade de nosotros Y le ruego que yo pueda olvidarme De aquellas cosas que conmigo mismo discuto demasiado Explico demasiado Porque no espero retornar jamás Deja que estas palabras respondan Por lo que se ha hecho, para no volver a hacerse Que el juicio no nos sea demasiado gravoso Porque estas alas ya no son alas para volar Sino sólo abanicos que baten en el aire El aire que ahora es terriblemente angosto y seco Más angosto y más seco que la voluntad Enséñanos a preocuparnos y no preocuparnos Enséñanos a quedarnos sentados quietos. Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. II Señora, tres leopardos blancos estaban recostados bajo un árbol de enebro A la fresca del día, tras haberse saciado hasta el hartazgo De mis piernas mi corazón mi hígado y aquello que había sido el contenido De la esfera ahuecada de mi cráneo. Y dijo Dios ¿Vivirán estos huesos? ¿Vivirán Estos huesos? Y aquello que había sido el contenido De los huesos (que ya se habían secado) dijo con un gorjeo: Gracias a la bondad de esta Señora, por su belleza, y porque honra a la Virgen meditando brillamos relucientes. Y yo, que estoy aquí disimulado, ofrezco mis acciones al olvido, y mi amor a la posteridad del desierto y al fruto de la calabaza. Esto es lo que rescata Mis entrañas, los nervios de mis ojos y las partes indigeribles Que rechazan los leopardos. La señora se retira Con un vestido blanco, a contemplar, con un vestido blanco. Que la blancura de los huesos sirva de expiación para el olvido. No hay vida en ellos. Como estoy olvidado y he de estar olvidado, así me olvidaría Al consagrarme, concentrado en un propósito. Y dijo Dios Su profecía al viento, al viento solamente porque sólo Sabe escuchar el viento. Y los huesos gorjeaban en un canto, Acompañados por los saltamontes. Y decían: Señora del silencio Calmada y afligida Desgarrada e intacta Rosa de la memoria Rosa de los olvidos Agotada y nutricia Preocupada y tranquila La Rosa singular Es ahora el Jardín Donde el amor termina Da fin a los tormentos De amor insatisfecho El tormento mayor Del amor satisfecho Final de lo infinito Viaje a ninguna parte La conclusión de aquello Que es inconclusible Discurso sin palabra y Palabra sin discurso Las gracias sean dadas a la Madre Por el Jardín Donde el amor termina. Bajo un árbol de enebro, cantaban esparcidos los huesos relucientes Estamos satisfechos de estar desperdigados, no hicimos nada bueno los unos por los otros A la fresca del día, bajo un árbol, con la anuencia de la arena, En olvido de sí mismos y de los otros, juntos en el silencio del desierto. Esta es la tierra que dividiréis por lotes. Y ni la división ni la unidad importan. Es la tierra. Tenemos nuestra herencia. III Al doblar la segunda escalinata por primera vez Me di vuelta y miré lo que había abajo, La misma forma serpenteante sobre el pasamanos Tras los vapores en el aire fétido, En pugna contra el diablo de las escaleras, Con su engañoso rostro de esperanza y desesperación. Al doblar la segunda escalinata por segunda vez Las dejé serpenteando y enrollándose ahí abajo; Ya no había más rostros, la escalera estaba oscura, Húmeda y escarpada, como la boca de algún viejo que babea sin remedio, O las fauces dentadas de un tiburón ya viejo. Al doblar la tercera escalinata por primera vez Había una ventana panzona como el fruto de la higuera Y detrás del espino florecido y de la escena pastoril Una figura de anchas espaldas ataviada en verde y en azul Hechizaba con una flauta antigua el mes de mayo. Son dulces los cabellos que se agitan, los cabellos castaños que ondean sobre la boca, Los cabellos violetas y castaños; La distracción, la música de la flauta, las pausas y los pasos de la mente en la tercera escalinata, Cada vez más se apagan; una fuerza mayor a la esperanza y a la desesperación Sube por la tercera escalinata. Señor, yo no soy digno Señor, yo no soy digno pero una palabra Tuya bastará. IV Quien caminaba entre el violeta y el violeta Quien caminaba entre Las varias gamas de variados verdes, De azul y blanco, con el color de María, Mientras hablaba de cosas triviales Sin saber y sabiendo sobre el dolor eterno Quien caminaba entre los otros mientras caminaban, Quien hizo que las fuentes brotaran vigorosas e hizo frescas las aguas de los manantiales Enfrió la piedra seca e hizo firme la arena Con el azul de los delfinios, el azul del color de María, Sovegna vos He aquí los años que andan entre medio, haciendo a un lado Los violines y las flautas, reinstaurando a una que se mueve en el tiempo entre el sueño y el despertar, vestida Con un manto de luz blanca, envuelto en la cabeza. Los años nuevos van, reinstaurando A través de una nube de lágrimas brillante, los años, reinstaurando Con versos nuevos una rima antigua. Redime El tiempo. Redime La visión no leída en el sueño más alto Mientras los unicornios enjoyados arrastran la carroza fúnebre dorada. La hermana silenciosa con su velo azul y blanco Entre los tejos, tras el dios del jardín, La de la flauta sin aliento, agachó la cabeza e hizo un gesto, pero no dijo nada Pero brotó la fuente y cantó el pájaro Redime el tiempo, redime el sueño, Muestra de la palabra nunca oída, nunca dicha, Hasta que el viento arranque mil murmullos del tejo Y después de este destierro. V Si se perdiera acaso la palabra perdida, si se gastara acaso la palabra gastada Si se escuchara acaso y se dijera La palabra no dicha ni escuchada; Aún seguiría siendo la palabra no dicha, la Palabra no escuchada, La Palabra sin palabra, la Palabra dentro Del mundo y para el mundo; Brilló la luz en las tinieblas y Contra la palabra el mundo inquieto seguía dando vueltas Alrededor de la Palabra silenciosa Oh pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿Dónde habrá de encontrarse la palabra, dónde resonará? Aquí no, porque aquí no hay silencio suficiente, ni en el mar ni en las islas, ni en el continente, tampoco en el desierto o en las praderas húmedas, para quienes caminan en lo oscuro durante el día y durante la noche el lugar apropiado y el momento justo no son éste no hay un lugar de gracia para aquellos que rehuyen el rostro ni tiempo de alegrarse por aquellos que caminan entre el ruido pero niegan la voz ¿Ha de rezar la hermana del velo por los que andan en lo oscuro, los que Te han elegido y enfrentado, los que están desgarrados sobre el cuerno entre estación y estación, entre un tiempo y otro, entre una hora y otra, una palabra y otra, entre un poder y el otro, los que esperan en medio de lo oscuro? ¿Ha de rezar la hermana por los niños que esperan en la puerta que no se irán de allí, y que son incapaces de rezar? Reza por los que eligen y por los que se oponen Oh pueblo mío, qué te he hecho. ¿Ha de rezar la hermana entre los árboles de tejo esbeltos por quienes la ofendieron y ahora tienen miedo y no pueden rendirse y afirmar ante el mundo y negar entre las rocas en el último desierto entre las últimas rocas azules el desierto en el jardín el jardín en el desierto de la sequía, y escupir de la manzana la semilla seca? Oh pueblo mío. VI Porque no espero retornar jamás Porque no espero Porque no espero retornar A debatirme entre la ganancia y la pérdida En este breve tránsito donde se cruzan sueños El crepúsculo por el que cruzan sueños entre el momento de nacer y el de morir (Padre, bendíceme) aunque no quiero desear estas cosas, Desde el gran ventanal hasta la costa de granito Las velas blancas siguen volando rumbo al mar, volando al mar Velas intactas Y el corazón perdido se endurece y se alegra Por la lila perdida y por las voces que el mar perdió Y el espíritu débil se apura en rebelarse Por el cetro de oro torcido y el aroma que el mar perdió Se apura en recobrar el grito de la codorniz y el del chorlito que vuela en círculos Y el ojo ciego crea las formas en las puertas de marfil Y renueva el olor el gusto de salitre de la tierra arenosa. Es el momento de tensión entre morir y el nacimiento El lugar solitario donde tres sueños cruzan Entre rocas azules Pero cuando las voces arrancadas al tejo comiencen a perderse Que se agite en respuesta el otro tejo Bendita hermana, santa madre, espíritu del jardín y la fuente, No permitas que el uno al otro nos burlemos mediante falsedades Enséñanos a preocuparnos y a no preocuparnos Enséñanos a quedarnos sentados quietos Incluso entre estas rocas, Con nuestra paz entre Su voluntad, Hermana, madre Y espíritu del río, espíritu del mar, No permitas que me aparte Y llegue a Ti mi clamor.
(Fuente: El hombre aproximativo)
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