martes, 1 de marzo de 2022

Gabriel Zaid (México, 1934)

 

La ofrenda

Mi amada es una tierra agradecida.
Jamás se pierde lo que en ella se siembra.
Toda fe puesta en ella fructifica.
Aun la menor palabra en ella da su fruto.
Todo en ella se cumple, todo llega al verano.
Cargada está de dádivas, pródiga
y en sazón.
En sus labios la gracia se siente agradecida.
En sus ojos, su pecho, sus actos, su silencio.
Le he dado lo que es suyo, por eso me lo entrega.
Es el altar, la diosa y el cuerpo de la ofrenda.

 

 

Alba de proa

Navegar,
                navegar.
Ir es encontrar.
Todo ha nacido a ver.
Todo está por llegar.
Todo está por romper
a cantar.

 

 

Nacimiento de Venus

Así surges del agua,
blanquísima,
y tus largos cabellos son del mar todavía,
y los vientos te empujan, las olas te conducen,
como el amanecer, por olas, serenísima.
Así llegas helada como el amanecer.
Así la dicha abriga como un manto.

 

 

Nocturno

Manantiales del agua 
ya perenne, profunda vida 
abierta en tus ojos.

Convive en ti la tierra
Poblada, su verdad
numerosa y sencilla.

Abre su plenitud
callada, su misterio,
la fábula del mundo.

Hallan su vocación 
del Huerto, su quehacer, 
manos contemplativas.

Estalla un mediodía 
nocturno, arde en gracia
la noche, calla el cielo. 

Tenue viento de pájaros
de recóndito fuego
habla en bocas y manos. 

Viñas, las del silencio.
Viñas, las de las palabras
cargadas de sielncio.

 

 

Canción de seguimiento

No soy el viento ni la vela 
sino el timón que vela.

No soy el agua ni el timón
sino el que canta esta canción.

No soy la voz ni la garganta
sono lo que se canta.

No sé quien soy ni lo que digo
pero voy y te sigo.

 

 

Pastoral

Una tarde con árboles, 
callada y encendida.

Las cosas su silencio
llevan como su esquila.

Tienen sombra: la aceptan.
Tienen nombre: lo olvidan.

 

(Fuente: Isliada.Org)

 

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