Mujer genovesa
Tú me trajiste un poco de alga marina
en tus cabellos y en tu cuerpo de bronce
un aroma de viento que soplando de lejos
llega grave y henchido de ardor
–oh la divina
simplicidad de tus gráciles formas.
Ni amor ni espasmo, solo un fantasma,
una sombra de la necesidad que vaga
serena e ineluctable por el alma
y la disuelve en alegría, en encanto, serena,
para que el viento siroco
la lleve al infinito.
¡Qué pequeño y ligero es el mundo en tus manos!
Trad. Guillermo Fernández
(Fuente: Periódico de Poesía.Unam.mx)
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