miércoles, 2 de marzo de 2022

Ariadna G. García (Madrid, España, 1977)

 

SIETE POEMAS DE SUBLEVACIÓN

 

 

 

 

7.

 

 

 

Me siento a la orilla de un mar de acero.

No he podido vencerme.

Como añoro

la plenitud.

La lejana certeza de estar viva.

 

El amor, esa reliquia celeste

que nos han regalado,

respira ya muy débil.

 

Cuanto tiempo

derramada hacia fuera

perdiéndome la vida,

que no vuelve.

 

 

 

20.

 

 

 

Un relámpago alumbra mi memoria.

Siento en mí la nobleza de un linaje

que desciende del cielo.

Con esfuerzo alcancé la victoria gozosa en mi lucha

contra el mundo, su ruido, su nada.

En mi pecho no hay pensamientos impuros.

En mi cuerpo se ven por igual

animales y diosas, arroyos y rocas.

Sólo aspiro a lo bello.

Tú que engendras los rayos, concede a mi alma armonía.

Dame amor, entereza;

pues quiero esforzarme en la acción a mi alcance, posible.

 

 

 

21.

 

 

 

Transparento un largo amanecer.

Los pájaros se tiñen al mirarme.

 

 

 

22.

 

 

 

De vez en cuando aún la luz cansada.

 

En el bosque marítimo, oleaje de espejos.

 

Hundo mi mano en agua

que refleja mi angustia,

mi desconcierto.

 

Multiplico mis sombras en tanto resplandor.

 

 

 

29.

 

 

 

Cuando te digo voy

a volver a sentirte, a transformarme,

mis palabras arrojan a las patas

del futuro

un lazo

para que no escape,

me acercan tu presencia como un cabo

amarra un buque a un muelle.

 

Aunque tenga las piernas en cemento,

aunque se hunda el sol en la ceniza,

no todos los caminos están lejos;

con un verbo

recorro el del milagro.

 

 

 

32.

 

 

 

No portes ruinas, dobla las columnas

de tu soberbia, sopla

lejos de ti la bruma

que adormece tu amor.

 

Cava un alba en tu páramo.

 

Concéntrate en la hoguera

que asciende vertical

desde la plaza

abierta a lo imposible.

 

Acaricia el milagro

de ese anillo de islas que te donan

ilusión y pureza.

 

 

 

40.

 

 

 

Contemplo

vuestra respiración de astilla rota

y es como si una lumbre

me perforase el pecho.

No temáis que mi alma os abandone.

Comparto vuestro estigma de rosa calcinada.

Abandonada ya la mansedumbre

que necrosó mi ardiente voluntad,

escarbaré en el barro con vosotros

buscando las raíces y los frutos

que habrán de alimentaros la alegría

y enderezar la sangre hacia la luz.

 

 

 

Sublevación

 

Editorial Pre-textos

 

(Fuente: Papeles de Pablo Müller)

 

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