sábado, 21 de agosto de 2021

Eugenio Mandrini (Buenos Aires, 1936)

 

 

GORRIÓN QUE ENTRA EN EL OJO

 
1-
Frente a un gorrión detenido en los labios de ella
¿qué morder primero? ¿el gorrión? ¿los labios de ella?
¿o el aire donde conviven el gorrión y los labios de ella?
 
2-
Sorprendido en la pirueta de su arte instantáneo
¿es el gorrión una fibra del aire? ¿un tatuaje
desubicado en la luz? ¿el ritmo del paso del polvo?
¿un clavo que salta de la cruz al árbol y de ésta al tiempo?
Tal vez el pájaro sin historia sea un ser fantástico
cuyo don de suscitar visiones lo poseen sólo los dioses,
alguna ardua concepción del mundo, o el amor.
 
3-
En su monólogo sin gloria
en vez de un ave Quetzal cree ser un ave Roj
-el poder antes que la belleza-, con cuyas alas
como aludes va cercando a bestias
y deidades de la ciudad iracunda
y de cada una que engulle, brota sobre los altos muros
como un fogonazo del paisaje,
como un renacimiento del verdor.
 
4-
A veces el gorrión vuela embriagado, desentendido y feliz;
a veces hurgonea entre los deshechos con extenuado fatalismo;
a veces se abalanza como un tizne de arpón
sobre la ballena de la tierra;
otras se sume en arrebujada quietud, abrumado
por repentinos golpes de vejez o de olvido.
Así de incierto y mudable es el poema.
 
5-
En la grisácea velocidad de una piedra arrojada
(no en la piedra)
y en el ocre despojo de una penumbra yaciente
(no en la penumbra)
he creído avistar un gorrión, su temblor, su fugitivo serpeo.
Ah, mimético animal, sutil ornamento de la opacidad.
 
6-
Como los monstruos fugaces que modela el viento
en los médanos
como los restos de congoja que sueltan las espaldas
cuando caen o huyen
o como esguince de humo, pluma de humo
o humo en el adiós,
así de inapresable es el gorrión:
sólo la jaula del mundo lo detiene.
 
7-
Palpables y tenaces, el día y la noche prevalecen
y sólo el atardecer es lo desapercibido. El atardecer
es aquel patio donde el cuerpo se echa a morir en un sillón
y nadie acude a salvarlo porque el atardecer
es lo desapercibido.
Ah, gorrión, descendiente dilecto del atardecer.
 
8-
El gorrión que olvida su cuerpo, que desatiende
la vertiginosa relación entre los nidos y la realidad
y queda dormido a las puertas de un gato,
será bocado de gorrión.
Como el poeta su desdicha perfecta está en el sueño.
 
9-
Cae una copa de Murano, un vitraux del sigloXII,
un mosaico bizantino, el paisaje de la ventana de Magritte
y el ojo se hace añicos.
Cae una llovizna, un otoño, una virgen, un país,
y aún el yeso de una nube, y el ojo se hace añicos.
Pero un gorrión cae en el ojo y el ojo se echa a volar.
 
10-
Haya un lugar para el gorrión, una migaja de azul despedazado
por amor al dios del trino mudo que acaricia
a los pájaros vulgares.
 
11-
Quién ordena sus vuelos más súbitos, el salto súbito,
la súbita huída. ¿La muerte? ¿Las furias? ¿El terror?
¿Otro paraje feliz?
Rara ave que no conoce el reposo, igual que ciertos hombres
azotados largamente por lo inescrutable, como el capitán Akab,
o mi padre, náufrago entre las sombras, esas balsas del aire.
 
12-
Arrojado de los talleres del infierno donde se elaboran
los fulgores del color, y exiliado del edén, de sus
diamantes, no le queda más que pasearse entre
las hojas que tiritan, el ramaje desgastado y las soledades
y premuras de los hombres.
Ah, gorrión, pájaro no esmaltado.
 
13-
En la pared del sótano he dibujado, leve, una ventana.
Súrcala al fin y en el brusco signo de tus giros
esparce en ella el consuelo del sol, una intuída hoguera
donde sepultar el árbol encorvado de la intemperie
o la visión de una dama desnuda piando un área de Verdi
en el bosque triunfal.
 
14-
Gorrión que entra en el ojo provoca
finalmente/fatalmente rasgaduras que aturden.
 
***
 
 
(Fuente: Hugo Toscadaray)

 

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