EN TIEMPOS DE MI ABUELA
La Muerte vino a pedirle a una anciana
que por favor le cosiera un botón
y ella dijo que sí, se levantó
de la cama y se puso a buscar
aguja e hilo a la luz de una vela
que el cura había dejado sobre su cabeza.
El nombre de una muchacha que amé una vez
salió volando de la punta de mi lengua
hoy en medio de la calle,
como una mosca amaestrada
guardada por un loco en una caja de cerillas—
¡Ya no está!
Dejando mi boca abierta
de par en par
de modo que cualquiera que pasase pueda verla.
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