domingo, 2 de febrero de 2020
Mihály Ladányi ( Hungría, 1934 – 1986 )
En esta cantina
Como quien viajó y guarda
su pasaje de nave, escondido en un libro viejo,
y a veces se lo lleva a la nariz y recuerda
el nombre de la ciudad,
de donde al otro día salió para seguir su camino
solamente llenando el corazón
con recuerdos
y al otro día salió para seguir su camino.
El cartero tira a veces una carta
para que uno medite a veces
sobre la vida.
Como una moneda lanzada hacia arriba
brilla y resuena.
En esta cantina a donde entro ahora
para unas palabras y un trago
la conversación no es tan delicada
como -por ejemplo- en las noches del Club Pen.
En el suelo las huellas de los escupitajos fangosos,
el maestro del naturalismo
suelta una broma y brindamos
por el amor a la carne firme y
por los recuerdos de corazones de polvo de carbón.
Ahora
saliendo de los pozos de los días
y quitándome el día como un mono sucio
en el olor de lámpara de carbón reprimido,
lejos del escaparate con olor de humo y café,
del arte,
aquí donde
bajo en una nueva galería de mi suerte
se me ocurre una mesa de cafetería
donde estaba sentado para encontrar la salvación.
La vagoneta del minuto se vuelve
y saca sus recuerdos al suelo fangoso
y hacemos un brindis gesticulando felizmente,
y el viejo maestro de la mina empieza de nuevo
y recorro los pozos de su vida
como en momentos de la explosión abajo: temblando.
En esta cantina
de un modo raro
me inunda el agradecimiento por la suerte
de no haber llegado a ser el campeón
fino, elegante y exaltado de las palabras
y cayendo en el seno sudoroso del mundo
con dedos sangrientos tengo que cavar hoy también
mis canciones de las piedras rugosas.
Versión Isabel Pérez Montalbán
(Fuente: LA CAINA)
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