lunes, 21 de octubre de 2024

Marcos Herrera (Buenos Aires, 1966)

 

Puede ser una imagen de 1 persona y sonriendo

 
 
CIANURO EN EL CIELO
 
 

Era uno de esos edificios a los que se
les dice pajareras. Muchos departamentos por piso,
paredes delgadas, más gente de la que debería
por metro cuadrado. 
 
Muchos inquilinos que preferían el anonimato.
Dentistas que garantizaban que podrían
sacarte una muela sin dolor, agencias
de detectives soplones o extorsionadores,
pequeños negocios de ventas por internet
a los que les estaba yendo mal
y habían llegado ahí a morir.
 
Decir que era un edificio muy desagradable
era poco. Un edificio donde el hedor
de viejas colillas sería siempre
el menos malo de los perfumes.
 
Escuché los pasos de una mujer
que se acercaba. Yo estaba adentro del
ascensor, pero con la puerta interna abierta.
El cacharro no tenía alarma que me obligara
a cerrar la puerta.
 
De pronto, escuché una voz masculina
que se dirigía a la señora o señorita:
¿sabe lo que es esto? Claro que sabe.
Deme su cartera y es mejor que
el dinero esté ahí.
Yo no estaba ahí para ser un héroe.
Me pagaban para otra cosa.
 
Cerré la puerta del ascensor y
presioné el botón que me llevaría
al sétimo piso.
 
***
 
 

¿PARA QUÉ MÁS?
 

Creyó que lo expulsarían y pensó:
me importa una mierda el colegio.
Penso, también: mi vida está acabada.
A las tres de la mañana agarró su bolso
(lo había preparado muy rápido,
sin que nadie se diera cuenta). 2 jeans,
2 camisas, tres remeras, tres calzoncillos,
una linterna, 4 encendedores (uno que solo hacía chispas),
3 paquetes de cigarrillos, 2 libros (uno que había leído),
1 short de baño Nike (negro), un par de zapatos
(negros), 3 pares de medias, un par de ojotas
y alguna cosa más. Se puso una remera
que decía Spring Nihgts (roja), un jean y
unas Topper sin medias.
 
Y le robó la camioneta al padre.
En realidad era una furgoneta Trafic.
El padre le decía: ¿dónde estacionaste la van?
Y él le contestaba: ¿la Trafic?
El padre ya no se enojaba. “Sí, la Trafic”, decía el viejo.
Él tenía 18 años, pero estaba haciendo
cuarto por segunda vez. Si sacan cálculos,
notarán que no era la primera vez que repetía.
 
Pensó en un funeral. Pensó en un cumpleaños.
Guirnaldas, gaseosas siempre demasiado dulces
para su paladar. Pensó en una corona de flores asquerosas.
Pero no dejó de moverse.
 
Arrancó el vehículo que tosió
y a la tercera empezó a regular en punto
muerto.
 
Estoy siendo sincero, dijo en voz alta
cuando puso primera. “Sincero”: no era
una palabra que él usara demasiado.
Demasiado fina, pensó. 
 
La única materia que se movía
era el aire suave del verano. Nocturno
cazador capaz de dos o tres cosas.
Como yo, pensó. Dos o tres cosas.
¿Para qué más?
 
 
De Circulación extracorporea

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