lunes, 21 de octubre de 2024

Atila Luis Karlovich (Colombia, 1953)

 

DE AGUAS, DE DESEO

 

(a propósito de la Prmera Oda Olímpica de Píndaro)
 
 
lo primero y lo mejor es el agua.
el oro, llamarada en la noche,
refulge
extático y peligroso
por sobre cualquier bien,
dice el poeta,
por encima de cualquier mal:
sedientos somos y codiciosos los mortales.
 
en los cimientos del planeta,
en la raíz de la biología
el demiurgo colocó
la glotonería de los insaciables
dioses,
el adamante de la crisopeya,
afán e imán
de los amantes.
(¿a ellos acaso alguien les enseñó a estrechar los cuerpos,
a entrelazar sus atónitas lenguas,
a morderse desenfrenados sus carnes?)
 
maravillas hay en cantidad:
el deseo
resplandece por igual
en los ojos turbados y en las copas repletas de vino,
y en los aposentos
da trémula morada a la orfandad
de los cuerpos.
 
es
el carabriteo en los corrales,
el río, la oscura guerra de heráclito,
el trino del jilguero que llora su jilguera,
la desarmonía basal que rige desde el cámbrico,
la coreografía definitoria de los zánganos,
el estatuto que invierte los cauces y le succiona los metales a la geología,
las desbordadas estrategias de los cromosomas mutantes,
la cándida gloria de la cala que marchita,
 
es
el relincho erguido de los potros de hierón,
laureado campeón tirano,
la prosodia cristalina del poeta que lo festeja
y sus versos centelleantes,
cargados de ojos, luminosidades y músicas:
mentirosos suelen ser los poetas,
pero siempre bienaventurados son los triunfadores
que ellos serán las luminarias del firmamento.
 
maravillas hay en cantidad
pero a menudo las habladurías de los hombres
corren más rápido que los nunca espoleados corceles de hierón,
y rebasan verdad y maravilla.
 
nada, sin embargo,
se sustrae al
deseo:
 
es
el sudor de los atletas vencidos,
la sangre de las reses sacrificadas,
las lágrimas que derraman los esclavos mientras vencen los amos,
el vino amargo que vomitan los borrachos,
los sollozos sin rumbo
y el semen malgastado de los amantes
vencidos por el amor
en tanta mala noche
bajo el cielo del peloponeso estrellado:
linfas que se liban sobre la tierra calcinada,
humores que se confunden
con las aguas del
alfeo,
sus desbordes, sus sequías,
aguamarinas aguas, aguas leonadas,
nunca las mismas: 
 
áriston mèn hýdor,
dice del poeta la dórica lira
que de aguas canta,
de deseo.
 
 
No hay ninguna descripción de la foto disponible.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario