“Las cantáridas”
Porque ellas hacen de cada otoño mil primaveras,
mientras se encienden de los amores las rosas áridas,
en la afrodisia de mis ardientes locas quimeras
amo el divino símbolo augusto de las cantáridas.
Al sol irradian sus capacetes multicolores
que luego fingen irises vagos en la enramada,
claros rocíos en el engaste de muchas flores,
rojos rubíes en el estuche de la granada.
En las sombrías y claudicantes frondas espesas
brillan sus petos con la elegancia de un simulacro,
como carbunclos, como esmeraldas, como turquesas,
como encendidos negros carbones de un fuego sacro.
Entre las lilas y los citisos del viejo monte
donde Afrodita tuvo su templo grande y austero,
acaso sueñan con la vendimia de Anacreonte,
con la belleza del paganismo que cantó Homero.
Bajo la doble coraza de iris que las guarnece
hay del alegre fauno lascivo la chispa grata
que es en las venas de los Vinicios: ola que crece;
y es en las bocas de las Popeas: beso que mata!
Acaso sueñan con Berenice. Sueñan acaso
con la cohorte de las bacantes de Alejandría;
tal vez lamentan de Cleopatra su último paso,
magas venustas que sólo fueron flores de un día!
Porque fue Safo sacerdotisa de cultos fálicos
Safo las quiso; y en sus jardines plenos de lilas
reverberaban cual diminutos soles metálicos,
reverberaban como curiosas raras pupilas.
Porque ellas hacen de cada otoño mil primaveras,
mientras se encienden de los amores las rosas áridas,
en la afrodisia de mis ardientes locas quimeras
amo al divino símbolo augusto de las cantáridas.
en Selva Lírica. Estudios sobre los poetas chilenos
(de Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya), 1917
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