domingo, 25 de febrero de 2024

Moyosore Orimoloye (Nigeria)

 

Noche, Ìta-Oshìn 

 

Siempre hay luz del otro lado de la ciudad.
Foquitos amarillos brillan desde sus miles de agujeros cuadrados,
las torres de comunicación guiñan sus ojos rojos,
y en ese momento:
la tierra se derrumba sobre el cielo
y yo, apoltronado en la oscuridad de Ìta-Oshìn,
miro los faros de las lombrices cortar la galaxia.

Pienso mucho en la oscuridad,
que venimos de ahí,
que un día vamos a tener que volver,
pero hoy mi cerebro no está para hacerse el profundo:
¡ni siquiera me sé planchar las camisas!
¡siempre me olvido de cargar el teléfono!
En este número, la batería muerta me duele aún más:
hasta donde sé, mi amante podría estar muerta en la lejana Obádá,
la ignorancia es una oscuridad secundaria.

Miro las ventanas de otros camaradas departamentos,
que soportan la noche con estoicismo y velas,
linternas telefónicas y otras luces enclenques.
La oscuridad, igual que la miseria, siempre busca compañía.
Pero como verdaderos camaradas, me abandonan,
y cinco autos Mikano cobran vida con un rugido:
la soledad es una oscuridad terciaria.

Miro mi propio generador eléctrico,
una mierda amarilla sobre un charco
de aceite de motor.
Fantaseo con tirarlo por la ventana,
pero pienso en las miles de veces que me dio luz.

 

Traducción de Ezequiel Zaidenwerg

 

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